CARTAS POLÍTICAS

¿Quién está cobrando el cheque en blanco?

Pedro Sánchez Rodríguez
Pedro Sánchez Rodríguez Imagen: La Razón de México

La reelección de Rosario Piedra Ibarra es una mala noticia para víctimas de la violencia y la inseguridad, organizaciones de la sociedad civil y en general para la sociedad, porque implica la continuidad de una gestión que le ha quitado protagonismo a la institución y que la ha debilitado.

Es especialmente grave en un contexto político en el que se está avanzando en una agenda de concentración del poder en el Ejecutivo y la reincorporación de órganos constitucionales autónomos a la Administración Pública Federal, en la renovación del Poder Judicial o en la ampliación de delitos que ameritan prisión preventiva oficiosa.

Pero no sólo es gravísimo, sino que también el proceso de selección fue muy burdo. Las Comisiones Unidas de Justicia y Derechos Humanos propusieron una terna al pleno del Senado conformada por: 1) Nashieli Ramírez, titular de la Comisión de Derechos Humanos en la CDMX y presuntamente respaldada por la Presidenta; 2) Paulina Hernández, abogada de Jalisco de la UDG con experiencia en protocolos contra la violencia de género, presuntamente vinculada con Adán Augusto López y, 3) Rosario Piedra, actual titular del órgano nombrada durante la gestión de AMLO, esta última incluida de último momento.

De acuerdo con diversas fuentes, hasta poco antes de la votación no había consenso para empujar a ningún perfil. Javier Corral fue vocal en pronunciarse en contra de la reelección de Piedra Ibarra y mencionar que fue la peor evaluada. Sin embargo, la postura pronto cambió. Diversas fuentes señalan que Adán Augusto, coordinador de la bancada, fue el encargado de operar para que la reelección de Piedra Ibarra se hiciera realidad por una “decisión de Estado”.

Lo burdo está en que para nadie pasa desapercibido que ni por resultados ni por conocimiento Rosario Piedra Ibarra era la persona idónea para ocupar la CNDH y mucho menos para repetir en el cargo. A diferencia de la primera vez que fue electa, proceso que también fue desaseado y polémico, a Piedra Ibarra la legitimaba el legado de su madre, pionera de la lucha por los derechos humanos en México. Esa legitimidad inercial se evaporó en su primera gestión.

De acuerdo con el Centro Prodh (organización enfocada en promover y defender derechos humanos de personas excluidas, en situación de vulnerabilidad o pobreza), en los últimos 5 años, la CNDH ha sido omisa en atender miles de quejas, especialmente las relacionadas con las fuerzas federales. Prácticamente ha renunciado a emitir recomendaciones en esta materia. A pesar de eso –por algo y para algo– fue reelecta.

Esta situación ha dado pie a una polémica que pasa no sólo por la percepción de que la CNDH es una institución con todavía menos dientes de los que tenía y una defensoría del pueblo hecha a modo del Gobierno pasado. Sino también a la percepción de que el resultado final no se apegó a lo que más interesaba a Palacio Nacional.

Esa visión proviene del rumor de que la Presidenta tenía preferencia por Nashieli Ramírez sobre el resto de las aspirantes y por la lectura de que en el contexto de reformas cuestionadas por su integridad democrática y violación a los derechos humanos, al Gobierno no le conviene que la CNDH continúe erosionando su credibilidad dentro y fuera de México.

No sólo eso, esta situación ha dado materia para “amarrar navajas” y esculpir un conflicto entre los líderes de Morena en el Congreso, en el que son protagonistas Adán Augusto López y Ricardo Monreal. También ha dado carnita para señalar que la instrucción para que se reeligiera a Piedra Ibarra provino no de Palacio Nacional, sino de Palenque.

Estas teorías tienen como siguiente conclusión que el famoso poder entregado con “cheque en blanco” por parte de los electores, en realidad lo estará cobrando el Congreso y los líderes parlamentarios que consiguieron su posición por participar en el proceso de selección interno de Morena, elaborado por el Presidente López Obrador.

Está en el mejor interés de la administración de Sheinbaum controlar la narrativa que se ha construido en su contra y generar los consensos necesarios al interior de su coalición y su gobierno para que sus próximos retos en el Legislativo se operen de forma pulcra y no den de qué hablar.