Esta semana el G20 se reúne bajo la sombra del inminente regreso de Donald Trump a la presidencia de EU. La principal potencia mundial es clave en las negociaciones internacionales, por lo que cualquier transición en el poder causa cierto nivel de incertidumbre en el tablero geopolítico.
Sin embargo, en esta ocasión la incertidumbre se traduce en temor por las señales de ruptura que están llegando desde el búnker del republicano.
Con la experiencia de la anterior administración de Trump, los mandatarios saben que el republicano es impredecible. Al no ser un político con un ideario claro, sino más bien un negociador que cambia de postura según se vea favorecido o influenciado por su entorno próximo, las estrategias y las alianzas terminan por significar poco. Ésa es la fuerza de Trump, nadie sabe a qué atenerse con él.
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Aun así, se sabe que mantendrá las banderas clave de su campaña: el negacionismo climático, su mano dura en migración y los aranceles comerciales como arma de chantaje y negociación. Del mismo modo, se espera que dinamite el apoyo a Ucrania, al tiempo que se refuerza su lazo con Israel, aunque la política exterior sabemos que no será la prioridad de Trump, regresando al aislacionismo que dejó el escenario internacional sin el liderazgo estadounidense al que nos tenían acostumbrados.
En el pasado, la retirada de EU de la escena internacional se vio paliada con la figura de la canciller Angela Merkel. Hoy no contamos con ese liderazgo prudente, y el francés Macron llega de capa caída. No se ve claro quién pueda dar un paso al frente y liderar a Occidente en esta coyuntura en la que China sigue creciendo y amenazas globales, como la guerra en Gaza, Líbano y Ucrania, y la crisis climática siguen afectando la economía y provocando crisis económicas, migratorias y humanitarias importantes.
En este escenario, las principales propuestas de Lula, el anfitrión de la cumbre, penden de un hilo. El presidente brasileño buscaba una alianza internacional para generar un fondo de apoyo para combatir el hambre. Este plan, apoyado por la Presidenta de México como una de las medidas dentro de su plan para frenar la inmigración hacia su país y Estados Unidos, quedará opacado por el tema Trump. Del mismo modo, buscaba fortalecer los acuerdos para combatir la crisis climática, generando empleos que protegieran las áreas en peligro y combatieran la pobreza por medio de la economía sustentable.
Aunque esta propuesta ayudaría a frenar a mediano plazo la migración, seguramente Trump echará por tierra cualquier acuerdo por no parecerle mediático en sus términos. Sin duda, entraremos en un impasse que retrasará la atención a estos urgentes temas en los que se define el destino de millones de personas.