Muy poquito duró la paz y armonía en el universo tricolor después de la victoria de México contra Estados Unidos en Guadalajara. Como sucedió en otras ocasiones en el pasado, fue en tierras hondureñas en donde el fuego se expandió nuevamente. El calificativo de bochornoso es lo que más se adecua a la presentación de México ante los catrachos. Otra vez jugadores desconectados cometiendo errores escandalosos en ofensiva y defensiva; el futbol colectivo no existió, poca garra, poco entusiasmo. Hoy uno de los grandes males parece ser que el futbolista mexicano no tolera salir de la zona de confort. No es capaz de enfrentar la hostilidad.
La llegada de Javier Aguirre suponía un nuevo comienzo. Los altos directivos afirmaban que no había otro camino, que de la mano del que muchos consideran el entrenador mexicano con mayor experiencia y capacidad de nuestros tiempos, era el momento indicado para que el Vásco tuviera su “último baile” con la Selección Mexicana. La crisis del futbol nacional necesitaba un bomberazo más, pero el rostro de temple y seguridad que emanaba Javier, en Honduras se mimetizó con la atmósfera actual de su equipo.
Y no me refiero a la herida de la cabeza que le ensangrentó la cara y que parecía muy poco importarle, y que de acuerdo con testimonios que presenciaron los hechos, el entrenador mexicano se enganchó con la tribuna en los dimes y diretes, lo cual terminó por calentar los ánimos y finalmente la agresión a Javier Aguirre. Ojo, esto no implica que las sanciones que se avecinan a Honduras no sean justas ya que la violencia no cabe en ninguna manifestación.
Bartlett, ¿París o Washington?
Las pocas notas positivas que se tenían tras la victoria ante los estadounidenses parecen confirmar que esa victoria fue un espejismo más. La realidad es muy simple, el techo del futbolista mexicano es muy bajito. Hoy no podemos engañarnos y creer que porque llegó Aguirre o cualquier entrenador del planeta se va a cambiar el presente de nuestro futbol. La calidad y el nivel no da para más, para lo que desde hace años tenemos y que tristemente no hay fecha para cambiar.
¿Vale la pena enumerar nuevamente los motivos que tienen en este punto a todo el futbol mexicano? Se han repetido hasta el cansancio. Ya es desgastante hablar de los errores de los empresarios y directivos que manejan la industria y es frustrante mirar que mientras en México nos rompemos la cabeza por tener que remontar un 2-0 en contra con Honduras, en Sudamérica se desarrollan juegos como un Colombia-Ecuador o un Bolivia-Paraguay que en el papel no suena extraordinario, pero cuando uno revisa las condiciones y el contexto, los jugadores del sur de nuestro continente, se mantienen en constante fogueo.
Hoy los sentimientos del aficionado son de confusión, de desánimo y de apatía. Por un lado son capaces de llenar el estadio de Chivas o Toluca, pero al mismo tiempo, la incredulidad es lo que reina, es como si todos estuviéramos listos para un fracaso más y no para las victorias imposibles que sólo soñábamos. Hoy la fiebre por el mundial es inexistente, lo que debería ser ya una fiesta interminable, parece ser la peor de las pesadillas. El futbol mexicano se desangra por todos lados, el futbol en nuestro país hoy está descalabrado.