Estamos muertos nosotros, que todavía estábamos pensando en el día anterior.
Fragmento del poema En el campo del Honor.
John McCrae
Bartlett, ¿París o Washington?
El 11 de noviembre se conmemoró el Día del recuerdo, Jour de Souvenir para los países francófonos o Remembrance Day, para los países anglófonos, aunque también se le conoce como Día del Armisticio. Es una celebración solemne y que contiene un significado especial porque se dedica a los militares y civiles que han caído en defensa de su patria en épocas de guerra. Originalmente se tiene como un día en el cual los países que se rigen bajo el Commonwealth y que forman parte de la Mancomunidad Británica de las Naciones se unen para mantener viva la memoria de sus patriotas.
Instituido por el rey Jorge V el 7 de noviembre de 1919 se ha llevado a cabo casi de manera ininterrumpida y debería de servir para recordarnos las atrocidades que se comenten por los hombres en contra de los mismos hombres, cuando los intereses políticos y las ambiciones de poder se vuelven la prioridad de los gobernantes. Si bien es cierto que por un lado el origen de esta conmemoración colocó al centro a los hombres y civiles caídos durante la guerra, también lo es que actualmente nos hace reflexionar sobre qué han hecho las naciones del mundo por garantizar la paz, la seguridad y el cese a las guerras. Si analizamos lo ocurrido después de la Primera Guerra Mundial, encontramos la brutalidad de la Segunda Guerra Mundial, el comunismo, el socialismo, la carrera armamentista, la Guerra Fría, Vietnam, los conflictos bélicos que ahora mismo suceden en África y Europa; las dictaduras, la tragedia del fracaso de los sistemas económicos, las guerras religiosas, la pobreza extrema, la luchas contra el narcotráfico, los atentados terroristas, en fin, hallamos tristemente una realidad diferente a la que nuestros ancestros nos demandaron, no repetir.
Con la globalidad que brinda la tecnología, se ha alcanzado al mismo tiempo la globalidad del terrorismo, la globalidad de la violencia, la globalidad de la pobreza, la innegable globalidad de la desigualdad. No basta con saturar el calendario de conmemoraciones, se hace fundamental una paz efectiva y sostenible que detone una relación política y social armónica y equilibrada en donde el ser humano sea el centro de todo y aún más, que sea su dignidad, libertad e igualdad con sentido de justicia, la que prevalezca por encima de todo. Si no ocurre en estos tiempos en los que tenemos la capacidad de hacer el bien y a un mayor número de personas, no lo haremos nunca.
Como un dato interesante: la flor emblemática de dicha conmemoración es el Coquelicot o Amapola, un símbolo sagrado que se porta desde el último viernes de octubre hasta el día 11 de noviembre. En Canadá la Legión Real Canadiense auspicia, protege y difunde el valor patrimonial del Jour de Souvenir. De acuerdo a su reglamento el Coquelicot se debe portar en el lado izquierdo a la altura del corazón y al final del día 11, por la noche, en Ottawa se acostumbra depositar las flores en la Tumba del Soldado Desconocido y el poema de John McCrae En el campo del honor reafirma su carácter sagrado y de solemne envestidura: “Estamos muertos/ nosotros que todavía estábamos pensando el día anterior/ a nuestros padres, a nuestros amigos/ somos nosotros los que descansamos aquí /en el campo del honor”.