Donald Trump va a llegar a la presidencia de EU con una capacidad de maniobra y fuerza que no había tenido su país en décadas, será un presidente realmente poderoso.
Va a tener el control de las cámaras y llega con alto nivel de aceptación venciendo no solamente en el voto electoral a Kamala Harris, sino también en el voto popular. En las últimas elecciones, los demócratas habían ganado de manera clara en este renglón.
Trump tiene el apoyo de la mayoría de los estadounidenses y los ciudadanos quieren que haga lo que prometió que iba a hacer. Es más, el resultado electoral le va a permitir hacer materialmente lo que quiera junto con la experiencia que adquirió en aquellos cuatro años. Las cosas han llegado a tal grado que, entre broma y en serio, ha insinuado que se podría quedar cuatro años más después de que termine su mandato en 2029.
Bartlett, ¿París o Washington?
México es parte importante de sus promesas de campaña y de su imaginario cotidiano. Tienen en la mira lo que pasa en el país y a los migrantes. Sus amenazas son sistemáticas, las cuales, a estas alturas, ya no pueden soslayarse o presuponer con cierta candidez que cuando llegue a la presidencia no va a actuar como ha dicho.
La muy necesaria pregunta a estas alturas de lo que se podría venir con Trump es qué tan preparado se encuentra el Gobierno, por ende el país, para enfrentar lo que pueden ser asuntos de enorme importancia y de serias repercusiones, en medio de tensiones internacionales de muy alto riesgo. El republicano va a gobernar en tiempos de que con razón se ha hablado de la Tercera Guerra Mundial.
Trump va a presionar a México en el ámbito comercial, o sea T-MEC; narcotráfico, a lo que hay que sumar que quiere atacar en nuestro país a los cárteles y calificarlos como “terrorismo”; y a los migrantes, a los cuales quieren expulsar el mismo primer día en que tomará posesión, 20 de enero.
No hay un solo indicador que muestre lo contrario. La dinámica mundial lo va a llevar a encerrar aún más a su país tratando de aislarlo, gobernándolo bajo el “hacer América de nuevo grande”, imaginando a EU como la poderosa potencia de la Guerra Fría y de años después.
El asunto se vuelve más delicado, porque EU va a tener un presidente poderoso, el cual no tiene como eje el diálogo como búsqueda de entendimientos. Se maneja bajo sus propias reglas y se las impone a todos los que están a su alrededor. Es cuestión de ver los perfiles de sus propuestas de gabinete para entender cuál va a ser la dinámica que va a imponer por los próximos cuatro años.
El tema que hay que atender en lo inmediato es la migración. La expulsión de miles y miles de migrantes sin papeles puede ocasionar una ruptura familiar profunda entre millones de mexicanos y otras nacionalidades.
¿Qué va a pasar con los hijos de los migrantes nacidos en EU? ¿Qué va a pasar con los migrantes que llevan 20 o 30 años viviendo en la Unión Americana sin papeles? ¿Qué van a hacer las empresas cuando de la noche a la mañana les quiten a su mano de obra efectiva, calificada y cada vez más profesional?
De nuestra parte, ¿qué vamos a hacer con la gran cantidad de mexicanos que podrían ser expulsados y que han sido parte fundamental del fortalecimiento de nuestra economía con sus remesas?
Existe la idea de que Trump no haría algo así. Nosotros somos más bien de la idea de que lo va a hacer, porque para él será también un acto de poder, el cual considera necesario para perfilar su mandato.
Muchas cosas están cambiando sin quizá darnos cuenta. Trump es el inicio de una dinámica distinta de la que hemos vivido. La inminencia de su llegada debería tener en focos rojos al Gobierno.
RESQUICIOS.
El trompicado presupuesto 2025 tiene lagunas y preocupaciones. Sigue sin quedar claro el error en la distribución de los dineros para la educación superior; la UAM sigue en duda. Es claro que tenemos muchos problemas, pero reducir 27.8% el presupuesto para cultura, es colocar nuestra cara al mundo contra la pared.