En 2016 conocí en Puerto Rico a una joven profesora de Estados Unidos. Pocos años después quise volver a leer sus investigaciones, pero me costó trabajo ubicarla. Había cambiado de nombre. Ahora se apellidaba como su nuevo marido y así firmaba sus artículos y libros.
En 2023, 79% de las mujeres en Estados Unidos todavía adoptaban el apellido del marido al casarse (Pew Research Center). La filósofa viva más famosa del mundo es Martha Nussbaum, nacida Martha Craven. Aunque se haya divorciado de su primer marido, ha arrastrado el apellido de él por el resto de su vida.
Cuando los colonizadores británicos llegaron a lo que hoy es Nigeria, primero como misioneros, encontraron que había mujeres en el poder y en el ejército. Los nombres eran neutros (ni femeninos, ni masculinos). Las esposas yorubas no eran tuteladas por sus maridos. Todos los matrimonios eran por bienes separados.
De acuerdo con la famosa socióloga nigeriana Oyèrónké Oyèwùmi, entre los yorubas no había dominación masculina, no había patriarcado, hasta que llegaron los británicos. Éstos toleraban la esclavitud, pero no la poligamia. Reinterpretaron la mitología yoruba y le asignaron sexo al dios creador de los yorubas, que antes no era un viejo con barba (como Zeus y Jehová). Los anglosajones presionaron a los yorubas para que excluyeran a las mujeres de los cargos públicos y de otros oficios, para que se ocuparan de tener hijos y verse bonitas.
Oyèwùmi describe que la tercera ola de colonización llegó con las feministas inglesas y estadounidenses. Llegaron a estudiar la supuesta dominación masculina, sin preguntarse primero si existía en esas latitudes. Como resultado, la sociedad nigeriana actual piensa en términos de la opresión por causa de género, como el resto del mundo occidental. Sería más útil que pensaran en otras formas de dominación, como la relacionada con los linajes familiares yoruba que, por ejemplo, reservan ciertas profesiones a clanes.
Digo todo esto para que comprendamos la cultura de Trump. El presidente electo de EU ha dicho que buscará establecer oficialmente la existencia de sólo dos géneros. No es tan cierto que arrasó en las elecciones, pues consiguió menos votos que Biden en 2020. Lo que sí ocurrió es que Kamala Harris obtuvo 9 millones de votos menos que Biden en 2020. Es decir, que muchísimos electores que habían apoyado a los demócratas los abandonaron. No les gustó una candidata mujer, negra y con ideas no binarias en materia de género. No digo ideas “progresistas”, pues ese adjetivo se suele oponer a “tradicionales” y los yorubas tenían ideas tradicionales que no coincidían con la división de cualquier cosa en dos géneros. Kamala Harris ofreció un programa reformador de la mentalidad anglosajona y, en parte, por eso perdió.
En conclusión, la ideología de género de Trump no es sólo de él, sino de su cultura. Por suerte, no es exactamente nuestra cultura. Aquí ganó una presidenta de origen judío y de izquierda y, en segundo lugar, quedó una mujer de origen indígena. Ambas tolerantes en temas de género.