El problema con la abrumadora mayoría es que es tal su poder y fuerza que difícilmente escucha opiniones diferentes, de lo cual no está exenta la Presidenta.
Se van creando narrativas que quieren convertirlas en verdades colectivas, siendo que en muchas ocasiones están cargadas de juicios de valor y en otras tantas ocasiones no necesariamente tienen sustento.
Llevamos un rato con la justificación de que todo lo que se está haciendo se basa en el mandato del pueblo. El tema da para muchas interpretaciones. Anotemos de entrada que seguimos siendo una sociedad plural y sin entrar de nuevo al debate sobre la sobrerrepresentación, existe un alto porcentaje de la población que no votó por la mayoría optando por otra alternativa, a lo cual se suma el 40% del padrón electoral que no acude a las urnas.
Hay un sector que tiene miradas distintas de las cosas y que conforma otra mirada de país. Cuando la Presidenta plantea que va a hablar sólo con el pueblo, lo cual significa que no lo hará con la oposición ni con académicos y especialistas en diferentes áreas que pueden ser críticos, termina por cerrar su círculo de gobernabilidad bajo una sola perspectiva.
Es previsible que bajo esta dinámica escuche ciertamente demandas, pero en el camino no tendrá en su entorno voces críticas que pudieran coadyuvar en la gobernabilidad y la visión del país. En los últimos años vimos cómo la figura presidencial fue tan poderosa que en su entorno no hubo indicios de que alguien le planteara elementos contrarios a lo que quería, mandaba e imponía.
Todo parece indicar que una segunda etapa de esta estrategia también está entre nosotros. Al no escuchar van apareciendo indicios de que muchas cosas que pasaron en estos pasados años pudieron ser diferentes, si se hubiera buscado la manera de tener diversos interlocutores, muy probablemente no sólo se hubieran fortalecido las decisiones, sino también el propio proyecto del autollamada 4T.
El dilema está ya en lo que va del mandato de Claudia Sheinbaum. De nuevo estamos en los terrenos de la denuncia al pasado como forma de gobernar, sin que por ello se refleje en acciones de carácter legal para atacar los problemas y para entender que lo que sucedió en el pasado no solamente sirve para una narrativa propagandística del presente, sino también para hacer justicia.
¿Realmente han hecho desde el Gobierno, en éste y el anterior, un análisis detallado del papel que juegan los institutos autónomos, o de lo que se trata es de deshacerse de ellos sin importar la función que tuvieron, sin soslayar los muchos problemas que pueden tener a su interior?
Es una pregunta que, hasta ahora, dígase lo que se diga, no ha tenido respuesta. Igual sucedió con la Reforma al Poder Judicial, lo cual fue reconocido en las reuniones de estas semanas en Washington en el marco de la presentación de las denuncias en contra de la Reforma por trabajadores del Poder Judicial. El representante del Gobierno dijo que no se había hecho un diagnóstico detallado de las condiciones en las que se encuentra el Poder Judicial.
Es cierto que los últimos años el papel del Estado fue llevándose a segundo plano. Al Estado lo fueron haciendo a un lado bajo la estrategia de que el sector privado podía encargarse de la labor social que por definición es responsabilidad primera del Estado.
Los Estados requieren de estructuras y lineamientos alternativos para que los ciudadanos participen de manera autónoma con base en derechos, obligaciones, transparencia, información fidedigna y protección de datos personales.
En su construcción de futuro están concentrando el poder en medio de decisiones discrecionales que tarde que temprano se revertirán.
RESQUICIOS.
No hay de otra que tomar en serio que en Canadá existe una corriente de opinión contraria a nuestro país en el T-MEC. Las declaraciones de Trudeau, sobre la relación México-China es el motivo, lo cual es oro molido para quien nos trae en la mira: Donald Trump.