MARCAJE PERSONAL

Xóchitl Gálvez y la estrategia que no tenía futuro

Julián Andrade
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Julián Andrade *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Xóchitl Gálvez está convencida de que los partidos que la respaldaron no utilizaron del modo adecuado los recursos para la campaña.

Pudieron enfocar mejor el gasto para la propaganda, sostiene quien fue abanderada de Fuerza y Corazón por México.

También insiste en que tuvo que cargar con los negativos y malas historias que acompañan a sus aliados, pero éstos podrían argumentar que no recibieron, en términos de votación, una diferencia importante que proviniera de la candidata.

Siempre hay formas más adecuadas de invertir en un proceso electoral, pero los datos indican que la campaña nunca terminó de despegar, es más, a lo largo de los meses la intención de voto sólo creció marginalmente.

Gálvez inició en diciembre de 2023 con un 30.9% de preferencias, tuvo su mejor momento en marzo de 2024, cuando alcanzó el 34.2%, y concluyó con un 31.2 %, un mes antes de la cita con las urnas. Claudia Sheinbaum arrancó, en el mismo periodo de tiempo, con 61.4% y finalizó con 56.9%, de acuerdo con las mediciones de Mitofsky.

El resultado del cómputo del INE fue de 27.4% para Gálvez y 59.7% para Sheinbaum.

El problema con la campaña opositora fue estratégico, y en ello hay una responsabilidad, y nada marginal, del equipo de campaña, de quienes tomaron las decisiones de modo cotidiano y subestimaron lo que estaban señalando las encuestas serias.

Joseph Napolitan dijo algo muy cierto en el lejano 1986: “Una estrategia correcta puede sobrevivir a una campaña mediocre, pero incluso una campaña brillante puede fallar si la estrategia es errónea”.

Y señaló que en “la mayoría de campañas, considerando que cada candidato tiene al menos la cantidad mínima de dinero para organizar una campaña normal, el probable ganador es el que gasta mejor su dinero”.

Para los partidos fue un desastre, de modo particular para el PRD, que perdió el registro, y para el PRI, que obtuvo la peor votación en lo que se refiere a candidaturas presidenciales.

Con José Antonio Meade, en 2018, los priistas llegaron al 15.5%, y con Gálvez sólo obtuvieron el 9.4 por ciento.

El PRD, en lo que se refiere a la votación para la Presidencia, sólo aportó con el 1.8 por ciento.

El PAN resultó menos afectado, pero pasó del 17.5% (con aliados llegó a 22.2%) de Ricardo Anaya en 2018, al 16% con Gálvez en 2024.

Es bueno que se ventile lo ocurrido tras bambalinas, pero Gálvez, que ahora está enfocada en la creación de un nuevo partido, debe atenerse a lo que arrojó una campaña difícil que nunca tuvo viabilidad. Se pudo corregir, pero para ello se habría requerido de otra visión. La autocrítica le puede servir para preguntarse a quién le hablará y quién la escuchará para su nuevo proyecto.

Las cosas derraparon por una estrategia sin pies ni cabeza, establecida por vendedores de humo, los que sí aprovecharon el momento, a costa de la ahora rota esperanza ciudadana.

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