En la semana anterior leímos que el presidente Putin declaró que Rusia se reservaba el derecho de utilizar armas nucleares, en caso de que se realizaran ataques dentro de su territorio con armamento balístico provisto por los aliados de la OTAN. Después de que eso sucediera, Putin sostuvo que el conflicto regional entre Rusia y Ucrania ya había alcanzado las características de una guerra mundial en forma. En otras palabras, la tercera guerra mundial ya comenzó, aunque todavía esté en un nivel de baja intensidad.
El escenario de una guerra nuclear es algo que los que nacimos en el siglo anterior, temimos por muchos años, pero que, con los cambios geopolíticos del final del siglo, pensamos que ya no debía preocuparnos. Obsérvese que hablo en plural. Me refiero a mí, a mi familia, a mis amigos, incluso a usted, estimado lector, y también a su familia y a sus amigos, porque en una guerra nuclear el futuro de la humanidad, el de todos y cada uno de nosotros, estará en peligro. Lo terrible para nosotros los mexicanos es que el malhadado conflicto que puede provocar la extinción de la humanidad nos resulta totalmente ajeno. No tenemos vela en ese entierro. No tenemos nada que ver con ese asunto y, sin embargo, nuestra sobrevivencia está en peligro. Nunca ha sido más brutal aquel refrán de que “pagarán justos por pecadores”.
¡Qué fácil es caer en el pesimismo! Sin embargo, debemos hacer un esfuerzo para no perder la esperanza. Se trata de un imperativo moral. No de una opción, no de una preferencia, no de una inclinación. No. Estamos ante una obligación moral frente a nosotros mismos, frente a nuestros seres cercanos y frente a la humanidad en su conjunto. ¿De qué sirven las demás virtudes, los demás valores, los demás ideales, si no apostamos por el presente, si no nos volcamos hacia el futuro?
La reforma fiscal (1/2)
El papa Francisco ha dicho en varias ocasiones que corresponde a la educación y la cultura de nuestro tiempo ayudar al surgimiento de poetas sociales, es decir, de intérpretes de los recursos que el ser humano lleva dentro de sí. Esos recursos son enormes, siguen siendo enormes. Provienen tanto de la cabeza como del corazón. La autodestrucción de la humanidad no es una condena, no es inevitable, depende de nosotros, de nuestra inteligencia y de nuestra sensibilidad, que corrijamos el rumbo, que vivamos en paz.
Los nuevos poetas sociales tienen que cumplir con la misión de hacernos ver que depende de nosotros que el mundo sea mejor o que, por lo menos, sea simplemente vivible. Para ello, nos deben inspirar, iluminar, guiar. El papel que antes jugaron los profetas ahora lo deben cumplir estos poetas sociales que nos han de mostrar el camino que hemos de recorrer para construir nuestro futuro.