En la entrega anterior, reflexioné sobre el retroceso global sobre los derechos de las mujeres.
Analicé ejemplos como las reformas a la legislación iraní, el apoyo electoral en Estados Unidos a un candidato acusado de conducta sexual inapropiada, las alarmantes cifras de feminicidio y violación en México, la hipocresía de ciertos “aliados” —como
en el caso de Iñigo Errejón en España—, y la pasividad frente a numerosas denuncias, tanto de alto como de bajo perfil.
A nivel global, las mujeres representamos 51% de la población. En teoría, esta mayoría numérica debería traducirse en la capacidad de incidir en agendas políticas y sociales; sin embargo, la realidad dista mucho de este ideal. Seguimos sin disfrutar de derechos igualitarios y, en muchos casos, éstos se encuentran en constante amenaza.
El valor de la respuesta
Es importante superar la tendencia a atribuir la responsabilidad exclusivamente a conceptos abstractos —como el pacto patriarcal— o nociones generales —como el machismo y la misoginia—. En cambio, debemos asumir una responsabilidad individual frente a esta realidad. Cada acto de silencio, ya sea por comodidad o cobardía; cada mirada evasiva, ya sea por miedo o indiferencia; y cada acto de traición, motivado por recelos, envidia o arribismo, contribuyen a reforzar las estructuras que perpetúan el machismo.
Además, identifico cuatro razones clave por las cuales las luchas feministas se desvían hacia frentes internos, debilitando el impacto en los frentes externos, que son los que realmente debemos enfrentar con mayor fuerza:
1. Perder de vista el objetivo del feminismo como lucha universal. La igualdad de derechos, trato y oportunidades debe abarcar a todas las mujeres, sin distinción de clase, raza o contexto político. Como señaló Simone de Beauvoir, ser mujer trasciende cualquier categoría social, pues implica pertenecer a una casta que atraviesa todas las estructuras.
2. Condicionar los derechos de las mujeres a ideologías políticas o contextos geopolíticos. Supeditar la lucha feminista a estas condiciones desvía el foco, ya que la violencia estructural afecta a todas las mujeres, independientemente de su posición social o política.
3. Relativizar la violencia sexual. Justificar o minimizar una violación según la región, religión o postura política de las personas involucradas es un acto que traiciona los principios fundamentales del feminismo. La lucha debe centrarse en la defensa incondicional del respeto al cuerpo de todas las mujeres, en cualquier lugar y circunstancia.
Crear una base de acuerdo común mínimo entre los distintos modos de enfrentar los problemas feministas, cimentaría el camino para enfrentar —con diversos enfoques y estrategias— asuntos específicos y locales.
En la próxima entrega, abordaré las batallas clave que el feminismo debe priorizar en los próximos cinco años.