Siguen las amenazas del presidente electo de Estados Unidos de imponer aranceles a México recientemente mucho más enfáticas, anunciando en redes sociales un impuesto de 25% a nuestro país y a Canadá si los problemas de migración y tráfico de drogas no se resuelven. La amenaza, bajo las actuales condiciones de un estrecho vínculo comercial en el bloque de Norteamérica, resultan poco viables o creíbles, pero no deben tomarse a la ligera, por los enormes riesgos que conlleva para los tres países.
Muchas voces ya se han manifestado poniendo de relieve los efectos perniciosos que una medida así genera, que además de violar el acuerdo comercial T-MEC, afecta principalmente sectores clave como el automotriz, aeroespacial, maquinaria y equipo y agropecuario.
El caso de la industria automotriz es revelador de los impactos sectoriales muy negativos. Las importaciones estadounidenses de automóviles y autopartes provenientes de México y Canadá ascienden aproximadamente a 207 mil millones de dólares (de las cuales, tres quintas partes provienen de nuestro país). Si se aplicaran los aranceles del 25% sobre estas importaciones el costo ascendería a 51 mil mdd. Considerando que la venta de automóviles en Estados Unidos asciende a 15.5 millones de unidades, el impacto sobre cada vehículo vendido sería de alrededor de 3 mil 300 dólares. El golpe inflacionario sería evidente en varios sectores de las economías del bloque de Norteamérica.
Lavalle y los caminos de la vida
Este impacto sumado a una respuesta de igual magnitud de México imponiendo aranceles a las importaciones provenientes de Estados Unidos, significaría un duro golpe para los productores automotrices, particularmente las armadoras estadounidenses instaladas en México y Canadá —que producen entre el 20% y el 30% de su manufactura total— disminuyendo significativamente su rentabilidad, haciendo inviable su operación con un fuerte detrimento en el empleo en los tres países.
La respuesta de la Presidenta de México fue oportuna y contundente, enfatizando que no es con amenazas y aranceles como debe llevarse la relación bilateral. Frente a la posición beligerante de Trump, propone un diálogo constructivo en materia de migración e inseguridad destacando la problemática global del problema del tráfico de drogas, a la vez que pone claramente de manifiesto los resultados negativos que generarían para el bloque de Norteamérica la instauración de aranceles en materia de competitividad.
Esto último es fundamental, frente al conflicto comercial de Estados Unidos con China la Presidenta mexicana acentúa la importancia de fortalecer el bloque norteamericano con mayores niveles de productividad y eficiencia. Ello se ve consolidado con el plan para reducir el enorme déficit comercial que tiene México con China con un programa que pretende sustituir las importaciones provenientes del gigante asiático, a la vez que pone de manifiesto el bajo contenido de importaciones chinas que subyace en las exportaciones mexicanas.
En general, frente a la irracionalidad de las medidas propuestas por el presidente electo, el gobierno mexicano no cede a la amenaza y propone el diálogo y la concertación para el aprovechamiento óptimo de los recursos de los tres países. Sin embargo, no desdeña ni minimiza un escenario negativo respondiendo claramente que “a un arancel vendrá otro en respuesta”, mensaje claramente contundente de que México no se quedará con los brazos cruzados.