La semana pasada tuvo lugar en la Ciudad de México el Segundo Encuentro Nacional sobre el Futuro de los Cuidados en México, convocado por la Alianza Global por los Cuidados, ONU Mujeres, la próxima Secretaría de las Mujeres, la Organización Internacional del Trabajo y otras fundaciones y organizaciones que han realizado una gran labor en visibilizar y trabajar el tema a nivel nacional y regional.
El tema de los cuidados en México ha agarrado fuerza durante los últimos años, estamos hablando de saldar una deuda histórica y de liberar una carga impuesta injustamente a las mujeres. De acuerdo con la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados que realizó el Inegi en 2022, 58.3 millones de personas en el país requieren de cuidados y la responsabilidad de llevarlos a cabo recae un 75% en las mujeres.
Derivado de las discusiones, mesas de diálogos y talleres de este Encuentro, sobresalen dos grandes desafíos: Por un lado, está la importancia de legislar y promover política pública a nivel federal, estatal y municipal a lo largo del país. Por otro, está la interrogante de cómo podemos cambiar esos patrones culturales que nos impiden llegar a la igualdad sustantiva que tanto anhelamos en las sociedades democráticas.
A pesar de los avances que hemos tenido en México durante los últimos años, el tema de los cuidados sigue sin ser una prioridad tanto en materia de política pública como en materia legislativa. Ante este panorama, urge que el Estado mexicano ratifique el Convenio 156 de la OIT, que pase la Ley del Sistema Nacional de Cuidados y que se lleve a cabo un trabajo entre diferentes instituciones y organismos de Gobierno para hacer realidad este sistema, porque no cabe duda que la inversión más inteligente que pueden hacer los gobiernos es en cuidados. Si logramos esto, se estarán generando empleos, habrá mayor productividad en las empresas y, por lo tanto, mayor desarrollo económico.
Finalmente, además de la responsabilidad que tiene el Gobierno sobre este derecho a los cuidados, está la responsabilidad que tenemos como sociedad, como familias, como personas empleadoras, de cambiar el chip que nos hace pensar a las mujeres como únicas responsables de los cuidados y que, si tenemos gente laboralmente activa, es porque detrás de esa gente hay personas, principalmente mujeres, haciendo la comida, manteniendo los uniformes limpios y asegurando un hogar funcional. Debemos empezar a ponerle nombre y rostro a esas personas y hacernos corresponsables de estas labores tan invisibilizadas.
Con una visión más amplia a partir de este encuentro, nos quedamos con la tarea de poner atención y dar prioridad a la creación de un sistema integral de cuidados, ya que la realidad que tememos hoy es una donde imperan más los desafíos que los avances, pero esto se debe ver como una oportunidad para que nuestro país avance en la construcción de una sociedad equitativa y productiva.