Está llegando a su fin la narrativa de más de seis años que señala al pasado como eje de todos los males. La razón está en que muchos asuntos ya caen en la ventanilla de quienes nos gobiernan.
Se ha señalado de manera indiscriminada al pasado sin nunca tomar en cuenta sus atributos, a pesar de las justificadas críticas al “neoliberalismo”.
La narrativa se ha convertido en muchas ocasiones en el pretexto para ocultar los errores. No hay gobernador o gobernadora de Morena que plantee como problema para ejercer el poder el “tiradero” que les dejaron, lo cual, por lo que se está viendo en algunos casos, ya también se señala al pasado reciente morenista como es el caso de Tabasco.
La elección del 2018 fue un golpe en la mesa de la sociedad. El hartazgo justificado de décadas tenía su razón de ser porque prevalecía como eje de gobierno la corrupción, la impunidad, la muy marcada concentración de la riqueza y, sobre todo, una insensibilidad, cercana al desprecio, en la relación con los gobernados.
Con la contundencia de sus victorias Morena se ha convertido en el eje sobre el que gira el país. Las preguntas ahora deben dirigirse hacia otros derroteros, porque lo que importa ahora es la evaluación que se debe hacer sobre su gestión como gobierno, es aquí en donde surgen dudas, más allá de la narrativa de que todo va bien.
López Obrador lanzó una narrativa basada en que desde que llegó todo estaba bien en el gobierno. Quizá en su momento esto tuvo un valor, pero ahora en los tiempos de las evaluaciones y trabajos de investigación va quedando claro que no fue así. Vale la pena que le eche una mirada al documento sobre el sexenio de “Signos Vitales”. Está presentando un informe que establece con claridad las contradicciones y problemas que ya está heredando la Presidenta, por más que no se hable de ellos.
Un tema de relevancia para la gobernabilidad y la democracia van a ser las consecuencias que produzca la desaparición de los institutos autónomos. La narrativa desde López Obrador ha sido la de fustigar bajo cualquier pretexto a estas organizaciones, atacándolas en muchas ocasiones sin fundamento para concluir que no sirven para nada.
Una de las razones por las cuales las reformas y las propuestas que está haciendo la autollamada 4T pudiera no alcanzar sus objetivos es que a lo largo de todo el proceso que hemos estado viviendo no se ha hecho un diagnóstico profundo de las cosas.
Un ejemplo de ello fue la discusión que se dio en Washington entre representantes del Gobierno mexicano e instituciones internacionales para evaluar la reforma del Poder Judicial. El representante del Gobierno dijo, cuando le preguntaron si había un diagnóstico sobre el aparato de justicia, que no se había hecho.
Dicho de otra manera, se partió de que las cosas estaban mal, pero no se hizo un diagnóstico que pudiera precisar las áreas que se tenían que atacar directamente, el asunto va mucho más allá de la tan sobrevalorada idea de elegir a los integrantes del Poder Judicial.
En el proceso de concentración del poder la propuesta es clara: hay instituciones que deben formar parte del Gobierno sin considerar en lo más mínimo aspectos que tienen que ver directamente con la autonomía y con la transparencia sobre las actividades de los gobiernos.
Se entra bajo esta tendencia al muy delicado terreno de verse sólo en su espejo, a lo que se suma la falta de autocrítica y atención a la crítica. Si tantas fallas e irregularidades se encontraron en las instituciones por qué no actuó legalmente.
No basta con una narrativa que fustigue, porque las instituciones desaparecieron no por ser inútiles, sino porque se creó una narrativa en torno a ellas como si fuera la verdad.
RESQUICIOS.
Mientras en Culiacán no ceja la violencia el gobernador presenta su informe como si nada pasara, con Morena en pleno apapacho en el club de los elogios; la corresponsabilidad ya alcanza a todos.