Dentro de las cosas que tienen en común la Presidenta y el expresidente es el de ponderar, valorar y reconocer como valor estratégico la lealtad, la cual no pareciera que les importe que vaya aparejada con la capacidad.
López Obrador dijo que quería en su equipo el 90% de lealtad y 10% de capacidad. En algún sentido con Claudia Sheinbaum está pasando lo mismo, particularmente con los exgobernadores y con la herencia que le dejaron de las corcholatas.
Es fundamental que exista la lealtad y la convicción en el proyecto de Gobierno. No pueden ser parte del equipo del Presidente o la Presidenta quienes no crean en el proyecto. Sin embargo, no se puede tener como única divisa la lealtad, la cual hemos visto que en muchos casos va de la mano de un sometimiento acrítico.
La unidad cuatroteísta cruje
Con López Obrador todo aquello que tuviera tintes de crítica era desechado y fustigado. Hubo algunos casos en su gobierno de funcionarios que optaron por presentar su renuncia, antes que tener que aceptar sin la más mínima crítica lo que les imponían. Sucedió en varias áreas de gobierno en que funcionarios de alto nivel en puestos estratégicos optaron por renunciar, cuestión que a López Obrador le llegó a parecer antes que nada actos de deslealtad, cuando en el fondo eran perspectivas distintas respecto a las estrategias en la gobernabilidad.
Esta forma de ver las cosas de alguna manera la está siguiendo también Claudia Sheinbaum. A las y los exgobernadores de Morena les ha ofrecido un cargo público sin que medie la más mínima evaluación sobre cómo ejercieron sus responsabilidades.
No queda claro si lo que quiere es cubrirlos ante cualquier irregularidad por la que sean señalados, o porque realmente le puedan ayudar en la gobernabilidad del país, lo cual no parece ser la razón en algunas de las decisiones de la Presidenta.
Algunos exgobernadores son impresentables. A Cuauhtémoc Blanco trataron a como dé lugar de meterlo al Congreso más para protegerlo que para que se convirtiera en un bastión importante en los debates sobre las reformas. La gobernadora de Morelos tiene un amplio expediente sobre el exgobernador, pero al ser del mismo partido seguramente terminará por ser intocable y más siendo legislador.
El mismo camino ya está recorriendo el exgobernador de Veracruz. Muchos pendientes dejaron para Rocío Nahle, los cuales seguramente también los pasarán de largo, a pesar de que la relación entre Cuitláhuac y Rocío nunca fue cercana, el exgobernador tenía en la mira a otro candidato a sucederlo.
A López Obrador le dio por premiar a los exgobernadores priistas con embajadas o consulados. El hecho de que durante su mandato hayan buscado ellas y ellos cercanía con el tabasqueño fue suficiente para que todos los pecados se perdonaran, a lo que se suma que en esos estados triunfó Morena.
Por ahora no sabemos cuál va a ser la estrategia de la Presidenta en esta materia. Falta poco para que conozcamos quiénes serán las y los futuros embajadores y cónsules. Es el momento para revertir lo que se ha hecho y, sobre todo, para reconsiderar la importancia que tiene el Servicio Exterior Mexicano. Es el momento también para regresar a las y los trabajadores del servicio a cargos estratégicos en materia diplomática.
Lo que la Presidenta tendrá que evaluar es qué tanto puede terminar cargando con personajes que no demostraron capacidad para lo que fueron electos. Muchos de ellos tuvieron en el tsunami que encabezó López Obrador la razón de su victoria, no fue precisamente por sus capacidades.
No tiene sentido que la Presidenta con todo el poder lleve a su equipo a gente que tarde que temprano termine por ser un problema más que una solución.
RESQUICIOS.
No es el mejor camino meternos en una pelea de callejón con Canadá. La situación nos está llevando a confrontaciones desgastantes en la que el lenguaje que se está utilizando altera aún más los ánimos. Trump lo sabe, es la mano que mece la cuna.