Desde de la teoría política se plantea la pregunta de qué es lo ideal en un sistema democrático: ¿el unipartidismo, el bipartidismo o el pluripartidismo? El primero tiene mala prensa.
No obstante, habría que trazar una distinción entre dos tipos de éste, el régimen de partido único, es decir, el Estado en el que sólo hay un partido legal y el régimen del partido hegemónico en el que, en los hechos, hay un partido con domino apabullante, sin que exista una prohibición legal de otros partidos. El bipartidismo tiene detractores y defensores. Los primeros sostienen que las minorías pueden quedar borradas por el peso de los dos partidos hegemónicos y, por lo mismo, se pierde diversidad política. Los segundos, afirman que en este sistema las diferencias principales se dirimen de manera más eficiente, ya que las posiciones más extremas se anulan en el debate. En el caso del pluripartidismo lo que se objeta es que las fuerzas políticas pueden disgregarse tanto que se afecte la formación de las mayorías indispensables para gobernar. A favor del pluripartidismo se dice que todas las voces encuentran un medio para participar en la contienda electoral, lo que hace a la democracia más representativa de la pluralidad.
En la elección pasada se enfrentaron dos coaliciones y un partido que compitió solo. Las dos coaliciones quisieron plantear el escenario como si se tratara de una elección entre de dos opciones, ignorando al tercer partido, que obtuvo un número considerable de votos, los suficientes, por lo menos, como para que pueda señalarse como una fuerza política de consideración.
La unidad cuatroteísta cruje
La derrota de la coalición de la oposición se veía venir, por más que se haya desplegado un aparato propagandístico para convencer a millones de mexicanos de que no sólo se trataba de una opción electoralmente viable, sino de la única opción patriótica. A los pocos comentaristas que nos atrevimos a señalar las debilidades de esa alianza partidista se nos llegó a acusar de traidores a la democracia. Ahora que las cosas se han puesto en su sitio, queda claro que los errores cometidos por el PRI, el PAN y el PRD y por las fuerzas detrás de esos tres partidos fueron tan grandes, que no haber querido verlos en su momento resulta no sólo inexplicable, sino injustificable.
¿Se ha convertido México en un país unipartidista del tipo hegemónico, como lo fue en el siglo pasado? Todavía no, pero pronto podría serlo. El PRI y el PAN tienen que renovarse por completo. Se ve difícil. El Frente Cívico Nacional parece querer insistir con la misma estrategia que lo llevó a la derrota en 2024 y, por si fuera poco, con los mismos cartuchos quemados. La única esperanza, al día de hoy, parece ser Movimiento Ciudadano, que salió relativamente airoso del trance y que tiene en sus filas a Luis Donaldo Colosio Riojas.