La inversión productiva es el componente de la demanda agregada con una importancia vital para lograr un crecimiento económico sano y sostenido ya que su ejecución implica aplicar recursos a actividades que generan valor a largo plazo. Estas actividades incluyen la creación de empresas, la compra de maquinaria, infraestructura, tecnología, capacitación de la mano de obra e investigación y desarrollo.
Desafortunadamente, en los últimos meses la inversión ha mostrado una desaceleración muy acentuada, incluso con caídas importantes respecto a lo observado en el año anterior, lo cual confirma la debilidad que en promedio se registró durante todo el sexenio anterior.
En los primeros nueve meses de este año la inversión se incrementó 5.5% respecto al mismo periodo del año anterior y ya en septiembre se redujo 2.3% anual reafirmando una franca tendencia decreciente.
En una perspectiva de más largo plazo, durante todo el sexenio anterior la inversión mostró una tasa de crecimiento promedio anual muy limitada de sólo 2.4%. Si bien el avance de la inversión en los últimos años ha sido mayor al del crecimiento económico total 0.9% anual, resulta insuficiente para lograr un mayor potencial productivo a mediano y largo plazos.
Las causas por la cuales el desempeño de la inversión ha sido un tanto decepcionante son muchas y variadas, tienen que ver entre otros factores como: el impacto de la pandemia, las altas tasas de interés reales, el repunte inflacionario, la mayor percepción de riesgo crediticio de la deuda del país derivada de la situación de las finanzas públicas, el enrarecimiento de la situación política y recientemente la amenaza externa del presidente electo de Estados Unidos de imponer aranceles a México.
Un aspecto adicional y de capital importancia ha sido la insuficiencia de inversión pública en todo el sexenio, ello porque a pesar de las megaobras, realizada una evaluación sexenal arroja un saldo negativo en la medida que se registra una caída promedio anual de -0.4% de 2019 hasta este año (con estimaciones propias del último trimestre de este año). Por tanto, el impulsor principal de la inversión total fueron las erogaciones privadas (90% del total) con un avance medio anual de 2.8%.
El dato de crecimiento de la inversión pública refleja claramente la orientación de la política del Gobierno de la cuarta transformación dirigida a fortalecer el consumo privado en detrimento de la inversión pública. Incluso para el próximo año se anticipa en el Presupuesto 2025 otro recorte al gasto en inversión.
Bajo este difícil contexto interno y externo las decisiones de inversión, principalmente en el sector privado se han limitado ante la expectativa de un menor rendimiento de capital (promovida por un escenario de bajo crecimiento económico), altos costos financieros en un ambiente donde la incertidumbre y el riesgo se han incrementado.
Como contraparte resulta bastante saludable la política de la Presidenta de México para lograr un mayor acercamiento con el empresariado nacional y extranjero enfatizando que el futuro económico de México está ligado al bloque de Norteamérica. Ello implícitamente es un reconocimiento de la necesidad de la inversión privada para promover mayor crecimiento y prosperidad para la población. Esperemos que dé frutos lo antes posible y se fortalezca el capital humano mediante políticas públicas eficientes que mejoren principalmente la educación y la salud que son factores fundamentales y cuya responsabilidad cae en su totalidad en el Estado.