Desde la campaña presidencial en Estados Unidos, Donald Trump ha denostado a los migrantes, incluyendo a los connacionales. Más allá de las amenazas creíbles o no de la futura administración estadounidense, resulta fundamental conocer el estado de la migración, a fin de poder dimensionar los retos por venir.
Afortunadamente, la fundación BBVA, junto con la Conapo, han publicado la decimosegunda entrega del Anuario de migración y remesas en México (2024), que nos proporciona evidencia sólida en torno a este fenómeno mundial. Tomo algunos datos del estudio.
La migración mantiene su tendencia histórica de sur a norte. América Latina, África y el sur de Asia tienen las tasas más altas de emigración en el planeta, según la División de Población de la ONU. Dentro de este subconjunto, resaltan los casos de países con conflictos profundos como el caso de Venezuela (18%), Líbano (20%) o la República Centroafricana (15%).
Van por responsables de negligencia
En el caso de la migración en Estados Unidos, México se mantiene como el principal país de origen con 23% de la población, más que el resto de los países latinoamericanos en su conjunto. De esa población, las personas no autorizadas —sin papeles— (alrededor de 10.5 millones) son mayoritariamente latinoamericanas (2/3 partes), destacando México con 38 por ciento. Ésta es la población más vulnerable y sería la primera en ser deportada masivamente a partir de enero.
Uno de los datos más preocupantes tiene que ver con el perfil de la población migrante. En el caso de México, el nivel educativo de la diáspora es en promedio de bachillerato, mientras que dentro del país es segundo de secundaria. Es decir, a diferencia de lo señalado por Trump, México expulsa a la población a la que ha invertido más en su educación, no beneficiándose de la inversión pública realizada. Desgraciadamente, existen casos más alarmantes como el ecuatoriano o el venezolano, cuya diáspora está compuesta por más del 40% de personas con licenciatura y posgrado. Este es un círculo vicioso muy difícil de revertir.
En cuanto a las remesas, México es el segundo país receptor de remesas sólo después de la India. Resalta el aumento de las remesas como porcentaje del PIB nacional que se incrementó aceleradamente a partir de la pandemia demostrando un compromiso de la diáspora con sus familias que no contaban con una red de soporte en México, y no como un logro de Gobierno como falsamente se atribuyó la administración pasada. Las remesas se mantienen como la principal fuente de ingreso por divisas en México duplicando a las exportaciones petroleras y a la inversión extranjera directa. En caso de aplicar algún arancel al envío de remesas las consecuencias serían preocupantes, en especial en las entidades con mayor dependencia de las remesas que son, naturalmente, las menos desarrolladas como Chiapas, Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Zacatecas.
El gobierno mexicano es vulnerable en este tema. Es inaplazable un plan para proteger a los connacionales que migraron y las familias que ayudan desde el exterior.