Dos notas derivan del operativo coordinado por la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, a cargo de Omar García Harfuch.
El histórico decomiso de una tonelada de fentanilo en Sinaloa, el estado que lleva tres meses como escenario de la guerra del cártel local entre sus dos pilares criminales, La Mayiza y Los Chapitos.
Allá donde un hombre detenta el cargo de gobernador limitado a llamar a sus paisanos a no tener miedo ni perder las calles —la vida pública, educación, trabajo, salud— ante las batallas que libran sicarios a la caza de sus ahora enemigos —por traición y secuestro.
Ese decomiso, fruto de una nueva estrategia que combina inteligencia y acción de fuerza, puso al descubierto algo que el anterior Gobierno federal negó sistemáticamente, “en México no se produce fentanilo…”.
Pues resultó que sí. Y bastante, porque en ese solo golpe, el crimen organizado en Sinaloa, los narcomenudistas gringos y los consumidores de allá, perdieron 20 millones de dosis con un valor estimado de 8 mil millones de pesos.
En dos meses, con dos acciones coordinadas por García Harfuch con el concurso de marinos, soldados, guardias y ministerios públicos, se desmontaron un par de mitos cuatroteístas. De los de antes.
El Operativo Enjambre desarticuló una red de corrupción de funcionarios públicos electos (siete están detenidos), que echa por tierra dos mantras lopezobradoristas; “ya no hay corrupción oficial porque ahora se pone el ejemplo desde arriba”, y “el pueblo no se equivoca”.
En Sinaloa, además de enviar un estratégico saludo al beligerante Donald Trump, para que deje de repetir que acá no hacemos algo para frenar el trasiego del letal fentanilo hacia Estado Unidos —un tenga para que aprenda—; se borró el sambenito de que nosotros sólo veíamos pasar —o no— precursores químicos provenientes de China y Asia, que trasminan nuestras aduanas y puertos mercantes un día sí y otro también.
Más allá de la subliminal imposición del súper funcionario federal en Sinaloa, supliendo las limitaciones constitucionales y estructurales del Gobierno local con los consecuentes riesgos políticos que Harfuch asume de cara a su futuro en el proyecto Sheinbaum 2030, cuesta no asociar lo que acá sucede con las previsiones oficiales ante lo que se avecina a partir del 20 de enero próximo, cuando Trump vuelva a la Casa Blanca.
En la agenda inmediata del segundo piso de la 4T se anuncia:
Reunión de la Presidenta con las y los gobernadores, cuyos estados colindan con Estados Unidos para planear la recepción masiva de migrantes, propios y ajenos, que serán expulsados.
El canciller De la Fuente despachando en Washington D.C. para alinear a cónsules en la atención a mexicanos en riesgo de repatriación, justa o no, cuando los halconcitos trumpianos sean puestos en modo caza.
Además de gestionar un 2025 con pronósticos económicos sombríos, los desafíos para nuestro Gobierno y Presidenta se hacen mayores de frente a lo que viene allá y detrás de los pasivos heredados acá.