El cambio viene como una pequeña brisa que agita las cortinas al amanecer,
viene como el discreto perfume de las flores silvestres, escondidas en la hierba.
John Steinbeck
Asesinan a cercano a gobernador
Diciembre es un mes de alegría, de luces, de sonrisas y de magia. Es un mes en el cual la navidad ejerce un efecto benéfico en el corazón de la sociedad, en países con guerra es sabido que justo el día en que se celebra la llegada del redentor, se levantan banderas blancas y los enemigos se sientan a departir en la misma mesa. Es una época del año en la que de forma conmovedora e inexplicable se enciende una flama en nuestro ser que nos brinda un candor único y maravilloso y a medida que el año se termina, la esperanza que antes podría verse abatida, sacude sus alas y levanta el vuelo para transmutar e iniciar un nuevo ciclo. El derroche de felicidad, de fiestas y de camaradería es tal que, de manera involuntaria omitimos recordar la muerte de hombres y mujeres extraordinarios que nos legaron obras excepcionales y que bien vale la pena leer, incluso regalar en estos momentos los cuales la costumbre de brindar un obsequio nos hace salir en la búsqueda de adquirir y compartir algo único.
Y en este sentido vale la pena rememorar a quienes, envueltos en el ropaje de la nieve, se convirtieron en estrellas y trascendieron el plano material y probablemente, muy probablemente no los pensamos en sus ausencias porque verdaderamente y como dice el proverbio popular “se hicieron los muertos”. Este es el caso de Alexander Dumas, Rainer Maria Rilke, Juan José Arreola, Scott Fitzgerald, John Steinbek, Emily Bronte, George Eliot y Roberto Louis Stevenson. Todos ellos murieron físicamente durante el mes de diciembre y salvo los círculos de estudiosos de sus vidas y obras, probablemente pocos recuerden su eterna despedida y el mes de diciembre es un marco ideal para leerlos y sumergirnos en sus historias. Seguramente habrá quienes ya los hayan leído y crean que no deben hacerlo de nuevo pero recuerden: nunca se lee el mismo libros dos veces. Siempre habrá una nueva lectura, una nueva narración dentro de la narración misma y las buenas historias, no son caminatas en círculos, sino más bien, viajes de expansión personal e intelectual.
Seguramente algún lector reconocerá en el nombre de nuestros creadores obras clásicas como el Conde de Montecristo o Los Tres Mosqueteros de Alejandro Dumas ,o, El Gran Gatsby de Scott Fitzgerald; pero vale la pena reivindicar la grandeza de Cumbres Borrascosas de Emily Bronte, The Mill on the Floss de Mary Ann Evans conocida como George Eliot, Of Mice and Men, In Dubious Battle, The Grapes of Wrath del nobel John Steinbek, Elegías de Duino y los Sonetos a Orfeo de Rainer María Rilker, El Confabulario o La Feria de Juan José Arreola, por citar algunos ya que entre su vasta producción encontraremos también poesía y ensayos, en algunos casos.
Los estilos de ellos y de ellas son diferentes, cada lector podrá encontrar el género a fin a su gusto, a sus preferencias de lecturas y a sus intereses; de tal suerte que no habrá una elección mejor que fijar su atención en esta literatura ya que algunas piezas han logrado una interesante producción en el teatro y en el séptimo arte.
No es casualidad, tampoco, el hecho de que ciertos autores y su legado se ubique en las lista de “imprescindibles” en la historia de la literatura universal adquiriendo una invaluable posición en el acervo cultural y artístico del mundo y que por fortuna, se encuentra al alcance de todos nosotros.