[Hace treinta años publiqué por primera vez en la revista Vuelta, que dirigía Octavio Paz. Recupero aquí ese texto que fue tan importante para mí.]
Uno de los momentos más altos de la Fábula de Polifemo y Galatea es el cuarto verso de la quincuagésima estrofa, que aquí copiamos:
“Sudando néctar, lambicando olores,
Murat y la 4T, el mundo al revés
senos que ignora aún la golosa cabra,
corchos me guardan, más que abeja flores
liba inquïeta, ingenïosa labra;
troncos me ofrecen árboles mayores,
cuyos enjambres, o el abril los abra,
o los desate el mayo, ámbar distilan
y en ruecas de oro rayos del sol hilan”.
La voz es la del fiero jayán, Polifemo, quien le está haciendo gala a la ninfa Galatea de todas sus riquezas —miel en este caso, a la cual dedica la octava completa—. Dice que posee (es decir que le ofrece) más colmenas de corcho que las muchas flores que la abeja liba, inquieta, y que labra, ingeniosa.
El cuarto verso le hizo escribir al gran gongorista Dámaso Alonso lo siguiente: “Lo importante es que Góngora emplea el hiato con fines expresivos […] Pocas veces Góngora ha obtenido de él efectos más expresivos que en este endecasílabo (en esta obrita de arte, donde tantas delicadezas se juntan):
“liba inquïeta, ingenïosa labra”.
La inquietud, la solicitud, el arte (natural pero sutilísimo) de la abejita, afanada en su selección, entre las flores, están maravillosamente sugeridos con esa movilidad, es inquietud de la i que se disloca del diptongo normal en castellano: es una fuerza más que Góngora hace al idioma […] y de la que obtiene sorprendentemente resultados”. (Dámaso Alonso, Góngora y el “Polifemo”, Gredos, p.766, t III.)
En efecto, la diéresis disloca el diptongo, logrando así un endecasílabo de ritmo peculiar, bailarín, como lo es el vuelo de una abeja (inquieta e ingeniosa). Pero la diéresis, además, tiene un efecto visual impresionante, que no sabemos si Góngora urdió [seguramente sí, me respondo treinta años después]. Para mejor explicarlo es pertinente citar una greguería de Ramón Gómez de la Serna:
“Pingüino es una palabra atacada por las moscas”.
¿No está el verso de Góngora, acaso, ya no atacado, sino sobrevolado graciosamente por las abejas? No es difícil notarlo, ni creo que Dámaso Alonso no haya leído las greguerías de Gómez de la Serna. Pero como no lo apunta en su excelente estudio gongorino, y por si las moscas, lo dejamos aquí como pequeña aportación al estudio de la obra de Don Luis de Góngora, quien supo, como nadie, poner los puntos sobre las íes.