No lo creo. Llevo hora y media con ella, en el restaurante de su hotel. También está Sara Uribe; Julieta García acaba de irse. Rita Segato desayunó pan y queso, pide más café. Generosa, desgrana para nosotras claves de la violencia de género. Cuenta que la invitaron a Ciudad Juárez en 2004, para estudiar lo indescifrable: más de diez años de crímenes contra Las muertas de Juárez. No eran asesinatos de hombres aislados, afirma. Se vinculaban a un sistema de poder y, en consecuencia, permanecerán impunes.
Con los ojos en nuestros ojos, nada se le escapa. Ni Sara ni yo notamos a un mesero con pastel; con voz liviana ella pide una rebanada. Cuando la tiene enfrente hunde el tenedor goloso en el postre de moka. “Éste será mi único almuerzo”, sonríe igual a una niña. No tiene poses. Ni prisas.
Estamos en la FIL Guadalajara, 3 de diciembre. Segato, argentina, es doctora en Antropología, referente superlativo sobre feminismo, raza y derechos humanos. El performance de Las Tesis, “El violador eres tú”, se basa en su trabajo. Mañana ofrecerá una conferencia sobre cuerpo y género en tiempos del fin del mundo. Tenerla aquí es fruto de una colaboración entre Dulce María Zúñiga y Erandi Barbosa (Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar, de la Universidad de Guadalajara) y nosotras (Cátedra Rosario Castellanos de Literatura y Géneros, de Literatura UNAM, parte de Cultura UNAM).
Delfina y su influencia en Morena
Rita luce oronda un jorongo o quexquémetl anaranjado que le regalaron. Sara pregunta si la prenda es de San Luis Potosí. Ella asiente. Habla de sus hijos, de otros temas personales, regresa al análisis agudo. Opina que parte de la violencia contra las mujeres obedece a la envidia masculina por nuestra comunalidad: reímos juntas, tejemos redes de cercanía que ellos no tienen, disfrutamos más. En su libro La guerra contra las mujeres acuña el término femi-genocidio para describir la agresión letal contra nosotras sin distinguir en lo individual, así como el genocidio busca exterminar a un grupo por su raza, nacionalidad o religión.
En una pausa le muestro la semblanza suya que leeré mañana. Añade unos datos. Le propongo abrir con tres apuntes de su reflexión teórica. Los acepta:
1. El patriarcado es la estructura política más arcaica y permanente. Se apropia del cuerpo de las mujeres a partir de la desigualdad. Éste es su primera colonia.
2. Desde el Génesis, los mitos de origen de muchos pueblos hablan de una mujer rebelde que es dominada. Así, el hombre con minúscula se convierte en Hombre, sinónimo de Humanidad.
3. La violación expresa una estructura simbólica profunda, que comunica en dos ejes: en el vertical, el violador disciplina a la víctima; en el plano horizontal habla a sus pares y renueva sus votos de masculinidad.
Al despedirse tras dos horas, Rita desliza: “Qué importante, esto de platicar”. Me dan ganas de abrazarla.
Ya es 4 de diciembre. Dulce María, Erandi, Julieta y Sara están en el Auditorio Juan Rulfo. Al entrar con Mara Robles y conmigo, Rita se detiene, encorvada. La aclaman unas 1,500 personas. Murmura sentirse irresponsable por recibir tal muestra de cariño. En su conferencia articula las ideas nítidamente. Es incisiva. Combativa. Sus ojos pequeños se agrandan como una casa. Varias veces la interrumpen los aplausos, como cuando apunta que si bien las feministas desmontaron el determinismo biológico, ahora ciertos feminismos rechazan a las mujeres trans. “Qué absurdo, si ése fue nuestro
primer paso”.
Hoy no usó el jorongo potosino, sino un vestido negro con bordados indígenas.