CARTAS POLÍTICAS

Regímenes fuertes

Pedro Sánchez Rodríguez Foto: Imagen: La Razón de México

Estamos en las últimas semanas de este año importante y crucial para el mundo.

Como se ha estado haciendo seguimiento, este año fue “electoral”. Cerca de la mitad de la población del mundo fue a las urnas para elegir a sus representantes o autoridades. Irónicamente, a pesar de ser un año de elecciones, la sensación generalizada es que estamos en un mundo menos democrático —por lo menos en el sentido liberal y progresista del término.

Esta desvalorización de la democracia de los Obama, de los Trudeau y de las Merkel, que tiene quizás como único referente vigente al francés Macron, ha ido cambiando de forma acelerada en la última década. El mundo se sorprendió con la llegada de Donald Trump al gobierno de Estados Unidos en 2017 y la literatura política se llenó de estudios sobre el populismo. El populismo fue entendido como una sombra siempre presente en la democracia, pero al fin de cuentas una sombra. Hoy, la elección de Trump para este segundo mandato, para muchos, no fue ninguna sorpresa y refleja, más bien, el carácter de nuestros tiempos.

El principal problema que han enfrentado no sólo los países pobres y en desarrollo, sino también los países desarrollados, tiene que ver con el problema de la representación en los regímenes políticos. Salvo democracias muy consolidadas y en donde la tradición es la que manda, como, por ejemplo, Suiza, una gran parte del mundo se ha enfrentado a una crisis política acelerada alimentada por la desilusión y desesperanza producida por los regímenes creados en democracia.

Los tiempos han cambiado. Si bien hace no mucho esa inconformidad era aprovechada por grupos de interés para desestabilizar al régimen incluso llegando a golpes de Estado, hoy la inconformidad sí es captada a través de los medios institucionales, democráticos y electorales produciendo regímenes democráticos con discursos antidemocráticos, antiprogresivos y ultrapragmáticos. Trump llega con el apoyo del voto popular y ahora acompañado de mayorías legislativas, Morena llegó al poder con López Obrador en una situación similar y Sheinbaum replicó y fortaleció la fórmula.

En estos casos, no deja de sorprender el poder que tienen en sus manos para crear, reformar y derogar prácticamente cualquier disposición que tenga que ver con la vida pública. El electorado en muchas partes del mundo parece agotado de los amplios procesos deliberativos y legislativos, de que las decisiones y la responsabilidad se reparten en una multiplicidad de actores, en la tibieza de los resultados que emanan de estos regímenes y parece que prefiere ahora migrar a regímenes fuertes, aunque implique ceder en libertad, tolerancia, respeto a la diferencia y otros valores propios de la cultura democrática.

Estamos frente a figuras políticas fuertes: la de Trump, la de Sheinbaum, la de Milei y muchos otros que contrastan con la “buena onda” y la “fresez” de la política de un Trudeau, de un Macron o de un Obama. Lo más interesante es que parece que la figura del populismo que fue ampliamente difundida hace 7 años parece estar rebasada y la literatura sobre la erosión democrática parece ya haber llegado a la conclusión de que estamos en regímenes híbridos más cerca de la autocracia que de la democracia. Creo que esta situación política no es fortuita y la emergencia de líderes fuertes, tiene que ver también en un contexto donde la guerra y la rivalidad internacional volvieron a tomar protagonismo.

La creación de estos regímenes que mucho se han acelerado a nombrar como autocracias, surge de la democracia, su legitimidad proviene de la voluntad popular expresada en las urnas y, en muchos casos, han terminado siendo refrendados como es el caso de Morena. El punto clave sobre la definición entre democracia y autocracia en México, se verá con la próxima reforma electoral a ser discutida el próximo año.

Se antoja que 2025 será un año especialmente complicado y será, ahora sí, con el acomodo de las fichas del tablero de los próximos 4 años. Sheinbaum ya estará un poco más liberada de la agenda legislativa del Plan C de AMLO y podrá avanzar en su agenda y, por otra parte, ya convivirá con Trump, quien se convertirá desde la perspectiva de muchos en un tema constante y continuo durante toda la administración —sobre todo, a la luz de la revisión del T-MEC. En el mismo contexto será interesante ver el choque de trenes entre Trudeau y Trump, en lo que se antoja una de las últimas batallas entre el progresismo contra estos regímenes populistas, fuertemente personalistas.