A pesar de la agria confrontación se van a acabar entendiendo, a querer o no. Adán Augusto López y Ricardo Monreal tienen diferencias no de ahora, sino de hace mucho tiempo.
Están unidos por el partido, los intereses y la política. Los dos fueron corcholatas, pero en tanto que el primero tenía el máximo reconocimiento de su “amigo”, el que entró a la puja casi por la puerta de atrás fue el zacatecano. Monreal peleó por todos lados la posibilidad de participar en el amañado proceso organizado por López Obrador.
El expresidente había dado signos claros de que había tomado distancia hacia el coordinador parlamentario de Morena en Diputados. Sus visitas a Palacio Nacional en el pasado reciente dejaron de llevarse a cabo, quedaba claro para las y los morenistas el mensaje que estaba mandando el expresidente.
Los mochos de la 4T
A Monreal se le pueden señalar muchas cosas, pero es un político avezado que invariablemente busca la posibilidad de arreglos y entendimientos. Hay un sector en Morena que le toma distancia: los llamados duros. A menudo le señalan su expriismo, como si no hubiera pasado por el tricolor una buena cantidad de morenistas, empezando por el expresidente y colocando en el camino también a su amigo. Recordemos bien que López Obrador dio la bienvenida a muchos priistas arrepentidos, eran ceremonias en las que el tabasqueño les perdonaba todos sus pecados.
Se van a acabar arreglando porque a todos les conviene y porque no pueden pasar por alto la autoridad de la Presidenta, la cual tiene que hacerse valer. Éste es uno de los muchos lances que se han venido dando, al que hay que agregar los que están por venir.
No se puede pasar a segundo plano la confrontación porque quizás hoy están en tiempo de entenderse, pero en el mediano plazo un lío de esta naturaleza difícilmente podrá arreglarse en función de la cercanía de procesos electorales y de la lucha por el poder.
Las contradicciones en Morena si bien son hasta cierto punto inevitables, están mostrando la lucha de posiciones en el partido y en las cámaras. Seguramente van a minimizar el lance, el cual, con dificultades, están tratando de resolver. “Cabeza fría”, les mandó decir la Presidenta, ahora falta que le hagan caso. Es un hecho que estamos ante una confrontación que va más allá del manejo de los dineros en las cámaras y de presuntos actos de corrupción en el pasado inmediato en el Senado, en los tiempos en que Monreal era el coordinador parlamentario de Morena.
Como hemos mencionado, la oposición no es un problema o una preocupación significativa para Morena. Tiene que convivir con ella, pero en sentido estricto no le toma en cuenta casi para nada, se ha venido convirtiendo en una especie de mal necesario. No hay elementos para suponer que la mayoría encuentra a la oposición como elemento para la cogobernabilidad.
El verdadero problema para la mayoría está en la propia mayoría. En las últimas semanas se ha insistido al interior de Morena en la importancia que tiene la unidad. Lo hizo ver la propia Presidenta en su gira del fin de semana.
Las diferencias están apareciendo muy rápido. Claudia Sheinbaum no lleva ni tres meses en el poder y ya hay varios indicadores que alertan de problemas que, si bien hoy se ven menores, se pueden ir acumulando y enquistando.
Las diferencias no van a desaparecer. Lo importante será convivir con ellas. Cuando López Obrador pegaba en la mesa aparentemente todo se resolvía, la Presidenta tiene otras formas de entender las cosas: más que signo de debilidad es una forma diferente de hacer política.
La bronca entre Adán Augusto y Monreal es la primera de carácter oficial, no será la última.
RESQUICIOS.
El fin de semana de nuevo Culiacán se enfrentó a la violencia que ya lleva cerca de 100 días. Seguramente pedirán que la gente vaya a los estadios y a la calle y le dirán que no pasa nada. El gobernador es imprescindible, pero quizá no lo sea para quienes traen en vilo al estado.