DESDE LAS CLOACAS

“Tres bodas y un funeral”

El Duende *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

La Cuarta Transformación tiene mala suerte para las bodas. Yo creo que nunca se ganaron el ramo o la corbata.

Todavía no iniciaba el sexenio cuando “la sombra” de AMLO, César Yáñez, contrajo nupcias con la empresaria poblana Dulce María Silva.

Los novios echaron la casa por la ventana, hubo bailongo con agrupación carísima y hasta posaron para la portada de una famosa revista, como en su momento lo hicieran Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera o Manuel Velasco y Anahí Puente.

En aquel momento, con todo y que el mismísimo presidente electo estuvo enterado y hasta fue invitado al bodorrio, la boda “fifí” le costó a Yáñez ser castigado y relegado al sótano de la política nacional, de donde no salió hasta ya casi el final del sexenio.

Tres años después, en 2021, el elegido para encabezar la lucha contra la corrupción como cabeza de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto Castillo, tuvo la maravillosa idea de contraer nupcias en Antigua, Guatemala.

El bodorrio tuvo gran convocatoria política y las invitaciones llegaron hasta la oficina presidencial, donde se dieron por enterados de que uno de los hombres más cercanos al entonces presidente se casaría con una consejera no tan cercana a la autodenominada Cuarta Transformación, Carla Humphrey.

Entre los 300 asistentes se contaron nombres de la primera fila de la 4T como la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, el exgobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz, la ministra Yasmín Esquivel, muy acompañada de su esposo, José María Riobóo, entre otros.

Pero, si la pachanga estuvo buena, la cruda estuvo igual, porque el bailongo le costó a Nieto Castillo el puesto en el Gobierno y, como sucedió con César Yáñez, ser relegado al inframundo de la política y de la administración pública. Hoy es titular del Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial.

Hace una semana, mi querido Claudio Ochoa Huerta destapó un escándalo por otra boda, ésta organizada en el Museo Nacional de Arte (Munal) usando palancas de la Secretaría de Relaciones Exteriores. El involucrado, Martín Borrego Llorente, quien presuntamente habría hecho uso de herramientas de la Cancillería para usar el museo como si fuera salón de fiestas.

Quiso parar la bronca que se avecinaba presentando su renuncia al cargo público que ostentaba en la Secretaría de Medio Ambiente, pero fue demasiado tarde porque hasta embarró a su jefa, la excanciller, Alicia Bárcena, quien primero dijo que no estaba enterada y luego no tuvo más que aceptar que sí, que sí asistió al festín.

La funcionaria federal aceptó que fue al evento, pero argumentó que la engañaron porque no sabía que era una boda. Sí, ajá. Desde la Presidencia la respaldaron asegurando que es una funcionaria ejemplar.

Al final, estos episodios lo único que exhiben es el doble discurso de la 4T, mientras en las palabras pregonan la “austeridad republicana” y la “pobreza franciscana”, en la realidad se sirven de lujos y derroches que están muy lejos del estandarte en el que se envuelven todos los días.

En el baúl. Cada vez son más fuertes las versiones y las preocupaciones sobre el resultado de la elección del Poder Judicial. Como lo dijimos aquí hace varias semanas, sin dinero y sin tiempo para organizar una elección digna, el que cargará el muertito será el INE, a quien se le responsabilizará de un proceso que está destinado al fracaso. Al tiempo.

Basta por hoy, pero el próximo lunes… regresaréeeeeeeee!

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