QUEBRADERO

Enero está a la vuelta

Javier Solórzano Zinser *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: Imagen: La Razón de México

Pasó lo que tenía que pasar, la Presidenta los mandó a Gobernación y la titular de Bucareli se encargó de sentarlos juntitos para que se pusieran, por lo menos por ahora, de acuerdo; la fotografía fue el mensaje.

Por el momento las cosas se aquietaron, lo que no quiere decir que el problema se haya solventado. Las diferencias entre el coordinador parlamentario de Morena en el Senado y en Diputados vienen de tiempo atrás. Tienen que ver con la forma en que cada uno de ellos, con todo lo que traen atrás, quieren que se maneje la política.

No cabe plantear que la Presidenta no tenga el mando. Tampoco tiene sentido plantearse que con el expresidente estas cosas no pasaban. Lo importante ahora es que se abre el juego, a pesar de las consecuencias que tenga en la dinámica de la mayoría.

Morena tiene una amplia capacidad de maniobra porque la oposición es secundaria. El problema está, como lo hemos mencionado, no sepan qué hacer con su mayoría, porque nunca como ahora tienen una capacidad abierta para hacer lo que quieran y como quieran.

Hoy están expuestos a las maletas llenas de dinero, a la corrupción, a todo lo que provoca el ejercicio del poder, y a que las diferencias políticas ideológicas trasciendan. En otro tiempo pudieran terminar en confrontaciones internas que no pasaban de fuertes agarrones al interior del partido, pero ahora todo lo que hagan tiene inevitablemente repercusiones nacionales.

A la mayoría le puede resultar una bomba de tiempo tener el poder. Para evitarlo requieren de acuerdos de largo alcance y buscar que sus diferencias no trasciendan; tendrán que recordar que no se gana para siempre ni se pierde para siempre.

En medio del proceso que está viviendo la mayoría, uno de los elementos más importantes para enfrentar lo que está pasando y lo que puede venir pasa por la imperiosa necesidad de llevar a cabo un proceso de autocrítica.

Resulta a todas luces confuso que un exgobernador con una gestión en más de algún sentido cuestionable termine de cónsul en Miami. Habrá que preguntar si lo están cubriendo, si le están pagando algún favor, o si de plano en cualquier momento su nombre pudiera salir como responsable de una serie de irregularidades en el ejercicio del poder.

La Presidenta ha de saber muy bien lo que hace. Sin embargo, algunas de sus decisiones están siendo cuestionadas. Pareciera que detrás de algunos nombramientos no se repara en la forma en que han llevado a cabo su gestión algunos gobernadores.

A lo sucedido en Chiapas hay que agregar a Veracruz, Morelos, y también, en algún sentido, lo que pasó en Puebla en donde el exgobernador va a ser el nuevo director del INM. No se puede en este sentido pasar la página de manera simple a lo que pasó en los últimos años en el Instituto, y menos con el incendio en el albergue de Ciudad Juárez.

La Presidenta, presumimos, ha de estar en la etapa en que empieza a administrar el poder. No se puede de la noche a la mañana pegar en la mesa, sobre todo, cuando se presentan situaciones que son ajenas a ella, pero que de alguna u otra manera fue partícipe al ser parte del gobierno anterior y, sobre todo, por ser la indudable heredera.

Morena se está llenando de inquietantes veleidades, las cuales igual pasan por Guerrero, que por Campeche y Sinaloa. Dejar crecer las cosas puede ser sinónimo de perder la credibilidad y perder los espacios ante la ciudadanía.

Van varios avisos de situaciones que deberían ser abordadas de manera más firme y diferente. Hace algunas semanas la Presidenta dijo que en enero iban a pasar muchas cosas que podrían sorprendernos a lo mejor es cuestión de tiempo, enero está a la vuelta.

RESQUICIOS.

El Gobierno no puede darle vuelta a la página al conflicto en el Congreso. Adán Augusto hizo una seria denuncia sobre los manejos de los dineros en el Senado en la pasada administración, habló de “negocitos”. Por ser del mismo partido con mayor razón al tema no se le puede dar por visto.

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