Me sumo a la celebración por la reinauguración de la Catedral de Nuestra Señora de París, que sufrió un catastrófico incendio en 2019 que comprometió su estructura, al grado de generar severos daños.
En un tiempo récord —cinco años y medio—, el icónico templo católico, uno de los más imponentes del planeta, fue exitosamente restaurado y reinaugurado hace unos días, el 7 de diciembre.
El mundo vio con azoro y tristeza las devastadoras imágenes, aquel 15 de abril de 2019, en que las llamas consumían buena parte de uno de los mayores tesoros del patrimonio religioso, arquitectónico, cultural, histórico y turístico de Francia y de la humanidad. Construida entre 1163 y 1345, ese portento de arquitectura gótica ha sido la sede de muchos de los más importantes acontecimientos de la historia de Francia en, al menos, siete siglos, incluyendo la coronación de sus reyes, actos de sincretismo culminante entre el poder religioso y el poder político.
Murat y la 4T, el mundo al revés
Por eso, la restauración de Notre Dame fue tan importante y, sin duda, un notable acierto político del presidente Emmanuel Macron. A pesar de lo titánico de la monumental obra —atravesada, además, por las dificultades propias de la pandemia—, su terminación se realizó en tiempo y forma, según el proyecto —como era de esperarse en un país serio y con políticas de Estado—, devolviendo a la Ciudad Luz una catedral que vuelve a ser ícono de belleza, pulcritud, majestuosidad y, ahora, ejemplo de asimilación de las vanguardias artísticas y tecnológicas, que honran y resaltan el patrimonio arquitectónico y cultural de Notre Dame y sus 860 años de existencia.
Más allá de haber sido un esfuerzo por recuperar el patrimonio del pasado para proyectarlo para nuevas generaciones, es imposible desvincularlo de la presente coyuntura política del país y del liderazgo del presidente francés. El año 2024 ha sido particularmente vertiginoso para Macron. Su formación política recibió un duro revés en las elecciones parlamentarias europeas, lo que lo llevó —equivocadamente, para muchos— a convocar a elecciones parlamentarias anticipadas, que resultaron en un nuevo revés para el presidente y una crisis política constante. Van cuatro primeros ministros en lo que va del año: Élisabeth Borne, Gabriel Attal, Michel Barnier —hasta el viernes antepasado, cuando perdió una moción de censura, terminando como el gobierno más breve (99 días) y débil en 62 años de la V República Francesa— y, el actual, François Bayrou.
Volverá a haber, seguramente, elecciones legislativas el próximo año. Qué tanto se podrá recuperar el bloque centrista de Macron de aquí a entonces, está por verse. Pero sin duda unos cuantos votos de católicos franceses habrán regresado, tras el apapacho recibido con los espectaculares fastos de reapertura de su catedral, luego de haberse acogido, probablemente, en las elecciones previas, al seductor discurso de la extrema derecha. Al tiempo.
Para cerrar, algunos apuntes sobre la impronta de Notre Dame para nuestro país. En primer lugar, desde 1949 hay una capilla dedicada a la Virgen de Guadalupe (uno de los sitios más visitados dentro de la catedral y, desde luego, de los más fotografiados por los turistas mexicanos); en segundo, el famoso suicidio cometido por Antonieta Rivas Mercado, destacadísima promotora cultural mexicana, el 11 de febrero de 1931; y finalmente —y como gran motivo de orgullo—, la incorporación de Alejandro Arredondo, único arquitecto latinoamericano en tener una responsabilidad clave en el proceso de rehabilitación de la catedral parisina.