El periodo legislativo terminó con un pleito entre los coordinadores de Morena en ambas cámaras del Congreso. Esta semana se hizo público un encontronazo entre Ricardo Monreal, líder de Morena en la Cámara de Diputados; y Adán Augusto López, el líder en el Senado. La bronca inició por su insatisfacción con el presupuesto asignado a la Cámara de la República aprobado por la Cámara de Diputados, lo cual desató un reclamo por parte de Adán Augusto, quien además señaló a Monreal por irregularidades en contratos de prestación de servicios para la Cámara alta, firmados cuando este último fue presidente de la Junta de Coordinación Política, ahí.
Muy pronto, tanto en la dirigencia de Morena como en el gobierno de Claudia Sheinbaum, se encargaron de reunir a ambos líderes del partido para resolver las diferencias y calmar el incendio. No obstante, al partido se le empiezan a ver las costuras. Comienza a hacerse pública la división entre bandos o “tribus” y, a eso, le siguen los pellizcos, los empujones y los golpes. No es gratuito que se empiecen a ventilar escándalos de aparente corrupción dentro de las filas del morenismo, y a dar a conocer presuntos casos de abuso y desviación de poder público. Se empieza a fraguar una guerra política de baja intensidad dentro de las propias filas del partido guinda.
Esta historia es conocida. Le pasó al PRD, que terminó dividido en tribus que respondían simple y llanamente a liderazgos y no a ideas. A diferencia del PRI de los 90, en donde había batallas de liderazgo y ego político sostenidas bajo convicciones ideológicas, las disputas en el PRD no respondían a nada más que al control del partido y a ocupar posiciones dentro de los gobiernos que controlaban.
Murat y la 4T, el mundo al revés
Es importante recordar que tanto Adán Augusto López como Ricardo Monreal obtuvieron sus puestos como resultado de perder felizmente la elección interna de Morena a la Presidencia. Los une al partido una relación de años con el fundador del movimiento, el expresidente López Obrador, y posiblemente una afinidad con el proyecto político de la Presidenta Claudia Sheinbaum, aunque no una particularmente personal. Nada más con eso, es posible distinguir tres grupos dentro del morenismo: el de la Presidenta, el de Adán Augusto y el de Ricardo Monreal. Uno podría sumar, además, al grupo duro obradorista que reside en Morena con Luisa María Alcalde y Andrés Manuel López Beltrán.
Apenas vamos por el primer periodo legislativo del sexenio y las diferencias se están volviendo conflictos. La principal afectada por la división, tanto en la praxis como en la percepción, podría eventualmente ser la Presidenta. Conforme avance el sexenio y las complicaciones políticas suban de temperatura, tendrá que asumir no sólo su papel como jefa de gobierno y Estado, sino un rol mucho más determinante como heredera del movimiento y del partido.