PESOS Y CONTRAPESOS

Gastar mejor (2/2)

Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

En lo que respecta a la participación del gobierno en la educación, lo primero que debemos tener claro es que una cosa es que el gobierno pague la educación de quien no pueda pagarla, y en la medida en la que no pueda hacerlo, y otra que el gobierno sea el educar de niños y jóvenes, sea el productor y proveedor de educación, que será adoctrinamiento a favor de los intereses de los gobernantes en turno.

Suponiendo (lo cual es mucho suponer), que se acepta, y se actúa en consecuencia, que el gobierno no debe ser el educador, debiendo limitarse a pagar (por medio de un subsidio, que implica un impuesto: el gobierno no puede dar sin antes haber quitado), la educación de quienes no puedan pagarla, lo primero que tendría que hacer es privatizar las escuelas del gobierno. ¿Cómo? Una posibilidad: dándoselas en propiedad a los profesores (el cómo hacerlo sería tema de otros Pesos y Contrapesos). Lo segundo sería desaparecer la Secretaría de Educación Pública, porque si el gobierno no debe ser educador, entonces tampoco debe ser el rector de la educación.

Si desapareciera la Secretaría de Educación Pública, y las escuelas del gobierno se les dieran en propiedad a los profesores, estos tendrían la libertad de crear sus propios planes de estudio, generándose competencia por el lado de la oferta educativa, precisamente lo que se necesita para mejorar la educación en México, que deja mucho que desear, tanto la gubernamental como la privada.

Suponiendo todo lo anterior, con el gobierno limitado a pagar la educación de quienes no puedan pagarla, debemos preguntarnos cuál es la mejor manera de hacerlo: ¿subsidiando la oferta educativa (dándoles el dinero a las escuelas), o la demanda (dándoles el dinero, por medio de vales para el pago de colegiaturas, a los estudiantes)? Qué es menos malo (dado que en ambos casos hay redistribución gubernamental del ingreso), ¿subsidiar la oferta o la demanda? ¿Con cuál opción el gobierno gastaría menos mal? Con la segunda, dándoles a los padres o tutores de los alumnos la libertad de elegir a qué escuela mandar a sus hijos o tutelados, gubernamental o privada, lo cual generaría competencia entre las mismas, un primer paso hacia la privatización de las gubernamentales. El requisito para que funcione correctamente es que el vale alcance para pagar la colegiatura.

¿Por dónde empezar? Por las universidades “públicas”, que lo son por recibir subsidio gubernamental, por lo que el adjetivo correcto es “subsidiadas”. ¿Qué pasaría si, en vez de que el gobierno les dé el subsidio a las universidades, se lo diera, por medio de vales educativos, a los estudiantes? ¿No sería esta una manera menos mala de gastar el dinero que, coactivamente (por eso se llaman impuestos), se extrajo del bolsillo de los contribuyentes?

¿Cuál es el primer obstáculo para sustituir el subsidio a la oferta universitaria por el subsidio a la demanda? La oposición de las universidades subsidiadas, que se verían sujetas a la competencia. ¿Y el segundo? El desinterés, más que obvio, del gobierno por gastar de manera menos mala.

El gobierno gasta en lo que no debe, por lo que gasta de más, y la mayoría de las veces de mala manera: el subsidio a la oferta educativa es una de ellas. Lo bueno: se puede corregir. Lo malo: no se quiere corregir. ¿Cómo lo sé? Porque no se ha hecho.

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