Primero agradecer que estemos aquí, que hayamos transitado un año más con sus luces y sombras. El año que estamos por despedir nos deja noticias al por mayor.
Primera Presidenta en México, una mayoría de Morena que ni Morena vio venir y que ya comienza a mostrar signos de división y disputa ante tanto poder visto como botín, económico político e ideológico.
En esta nueva era, México enfrenta el desafío de perder solidez institucional a grado tal que la aplanadora morenista nos haga viajar hacia atrás en el tiempo para despertar en el esplendor del priismo de finales de los sesenta y los setenta con todo y su docena perdida por el manoseo económico de los políticos.
La embriaguez mayoritaria nos está costando reformas hechas sobre las rodillas, la perversidad en contra del INE con tiempos y presupuesto reducido, anticipa la narrativa morenista para que la reforma electoral termine por engullir al árbitro electoral y lo convierta en apéndice de Gobernación.
La omisión del primer piso de la 4T en materia de seguridad y combate a la delincuencia organizada y sus violentas expresiones, consolidó todos los errores del pasado calderonista y peñista, la fallida guerra y la frivolidad cómplice, suman a los abrazos de la predica humanista para acabar en un estado crítico de anarquía delincuencial.
Y lo que padecemos adentro, lo miran desde lejos. 2024 se nos dejó la ratificación de mayorías conservadoras que van a devolver el poder de la superpotencia estadounidense a un personaje como Donald Trump.
Sus primeras amenazas antes de asumir nos llegan a través de aranceles para el comercio. De la mano, vienen las exigencias poco diplomáticas para frenar el tráfico de fentanilo y la migración a través de nuestro territorio con destino al escurridizo American Dream.
Y como quien avisa, no traiciona, Trump acaba de avanzar su intención de empujar en el Congreso de Washington la declaratoria a cárteles mexicanos como organizaciones terroristas, lo cual abriría las puertas del infierno a la ya de por sí compleja dinámica de esa delincuencia transnacional.
Hace dos años la misma idea no se materializó debido a la oposición de los jefes militares más influyentes en el Capitolio. La negativa nace de su convicción sobre el poder corruptor del narco con los soldados, sí, incluso con los de allá.
Acá intuimos lo que sucede, y justo por esa necesidad política de preservar el prestigio de la institución castrense, hacemos circo, maroma y teatro con tal de no percudir la fama de nuestras Fuerzas Armadas en su dilatado tránsito a través del pantano de los carteles mexicanos.
Las respuestas oficiales a cada exabrupto del próximo presidente de Estados Unidos, deberán estar basadas, como hasta ahora, más en la razón y la letra de los acuerdos y tratados, que en la bandera patriotera de la soberanía mal entendida, pero eso sí, bien explotada.