Para terminar el año dos noticias con resultados discordantes de dos de las principales variables macroeconómicas. Por un lado, la inflación con una persistente y lenta tendencia a la baja y, por otro, el crecimiento económico medido con el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) que refuerza la tendencia de un claro proceso de desaceleración productiva.
El último reporte del INEGI señala que los precios al consumidor durante la primera quincena de diciembre continuaron reduciendo su crecimiento anual hasta 4.44% desde 4.54% en la segunda mitad de noviembre. Esta reducción obedeció principalmente a la menor tasa anual de los precios de frutas y verduras.
Con mayor relevancia resultó el incremento moderado en la inflación subyacente (tres cuartas partes de la inflación general) hasta 3.62% desde 3.57% en el periodo citado. El incremento responde al aumento estacional en servicios (especialmente turísticos) y al rebote en mercancías no alimenticias tras los descuentos del “Buen Fin”.
Si bien se rompe la tendencia descendente de la subyacente hay que tomar en cuenta que su nivel ya está en el rango de variabilidad del objetivo de Banxico (3.0% +/- 1 pp), y la perspectiva es que continúe en ese rango en los meses siguientes. Hay que notar que, si bien el componente de servicios sigue descendiendo moderadamente, todavía persisten riesgos importantes en este segmento de precios derivados del aumento en los costos laborales principalmente. Es previsible un cierre de año de la inflación general con una tasa anual de 4.4%.
Las cifras de actividad económica no arrojan buenos resultados. La reducción de la producción nacional en octubre de -0.7% respecto al mes anterior fue decepcionante. A nivel de los grandes sectores la industria, y el sector agropecuario redujeron su producción, en tanto que el sector servicios permaneció estancado con un nulo crecimiento.
La desaceleración productiva es acentuada si observamos que durante el periodo enero-octubre de este año el IGAE reporta un avance de 1.4% respecto al mismo periodo del año anterior, mientras que en octubre la producción respecto al mismo mes del año pasado ya se reduce -0.3%. Sectores como la construcción, la minería y hoteles y restaurantes ya se ubican en un marco de franco deterioro con caídas anuales de -8.5%, -6.9% y -2.6%.
Entre las causas que explican la desaceleración se encuentran principalmente el menor dinamismo del consumo y la inversión. El freno que impone la incertidumbre en torno a la actividad comercial de México y Estados Unidos por la posible imposición de aranceles, la debilidad del mercado manufacturero de nuestros vecinos del norte, la culminación de la mayor parte de la obra pública en grandes proyectos, la desaceleración de las remesas, las altas tasas de interés y la inseguridad son factores que promueven un freno a la demanda interna y externa, son los elementos fundamentales que explican la debilidad productiva que experimenta el país.
Desafortunadamente, hacia adelante los resultados recientes de este binomio de inflación y crecimiento anticipan una perspectiva difícil. Por el lado de la producción, la caída de octubre puede ser una señal de que durante el último trimestre del año el PIB puede contraerse, e incluso, la caída podría prolongarse en la primera parte del próximo año. Asimismo, si bien los resultados de la inflación tienen un balance positivo y además la debilidad productiva apoyará el cumplimiento de la meta de Banxico en los meses siguientes, los riesgos siguen ubicados al alza. Un panorama ciertamente complicado para los siguientes meses.