POLITICAL TRIAGE

Adiós, Jimmy Carter

Montserrat Salomón
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Montserrat Salomón *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Jimmy Carter probablemente haya sido el presidente más incomprendido en la historia reciente de Estados Unidos. Gobernó sólo un mandato y perdió estrepitosamente contra Reagan a principios de los ochenta. Sin embargo, las décadas posteriores a su presidencia fueron un servicio a su país y al mundo mucho más representativo y digno de alabanza. Él y el Centro Carter han dejado una huella indeleble en la historia.

Carter llegó a la Casa Blanca luego del desastre de Vietnam y el escándalo del Watergate con una sencilla campaña basada en eficacia y honestidad. Su gestión, dicen sus críticos, careció de la primera, por lo que la inflación y la crisis de los rehenes con Irán lo hicieron perder el apoyo popular. El factor económico es complejo de juzgar. Él mismo sentó las bases del repunte que se vivió una década después con Reagan, mientras que la inflación durante su mandato tuvo que ver con los precios internacionales del petróleo. La crisis diplomática con Irán se resolvió antes de que él dejara la Casa Blanca, derrotado electoralmente, pero con una gran misión por delante.

Carter fue un presidente adelantado a su tiempo. Su administración trabajó en banderas actuales como el control de armas, los derechos humanos y la ecología. Buscó la solución de conflictos internacionales por medio de la diplomacia y destacó por no llevar a su país a ninguna guerra. De hecho, se dice que durante su mandato ningún soldado estadounidense murió en el ejercicio de su deber. En su labor como expresidente buscó desarrollar y proteger la democracia en todo el mundo y seguir con su idea de desarrollo con base en los derechos humanos y el cuidado medioambiental.

Su postura pacifista, conciliadora, comunitaria e internacionalista contrasta no sólo con la de Reagan, sino con la de Donald Trump. En un mundo en el que los problemas globales como la pobreza, la violencia y el calentamiento han desatado una crisis humanitaria sin precedentes y una oleada imparable de migración forzada, las miradas que dividen y protegen “lo propio” y los intereses particulares en vez de mirar el cuadro completo resultan peligrosas.

Sin duda centrarse en cerrar fronteras y proteger la economía de un país destruyendo los lazos comerciales y diplomáticos con los otros puede dar fruto a corto plazo. El acaparar e imponerse a los demás por la fuerza de la bravuconería tiene resultados inmediatos, pero no es una solución justa ni eficaz a largo plazo. El paso del tiempo ha reivindicado la figura de Carter, quien hizo más por la paz y el desarrollo humano fuera de la presidencia, tal vez al sentirse liberado de las restricciones propias del cargo.

Ojalá aparecieran más estadistas de la talla de Carter en el horizonte. Nuestro mundo los necesita.

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