La guerra de los cien años, un conflicto intermitente entre Francia e Inglaterra de 1337 a 1453, es quizás la más larga que ha vivido Europa. Recuerdo en mis clases de historia nunca terminar realmente de entender cómo es posible que una guerra haya continuado, aunque sea con interrupciones, por más de cien años.
Ahora que escribo aquí, desde Tel Aviv, a más de 450 días de que iniciara la guerra entre Israel y Hamas, me he dado cuenta, pensando en lo que pasó y lo que está por venir, que ésta bien podrá ser nuestra propia guerra de cien años; una que como la europea ha sido la realidad ya de cinco generaciones.
Determinar el inicio del conflicto entre palestinos e israelíes en tal o cual año es complicado; algunos sugerirán, por ejemplo, que éste inició en 1936 durante la revuelta árabe contra el mandato británico y el movimiento sionista. Otros apuntarán a la guerra de Independencia de 1948. Otros más dirán que el conflicto inició en 1967 después de la victoria de Israel en la guerra de los seis días y la ocupación de Cisjordania. Lo cierto es que, por lo menos desde 1948, el conflicto ha tenido pocos años de tregua —ni siquiera durante los meses después de que se firmaron los acuerdos de Oslo entre palestinos e israelíes en 1995 se vivió en tranquilidad—. Entonces, mientras se negociaba la paz, alimentándose del descontento de aquellos para quienes la única solución posible es la eliminación total de Israel, surgió la organización Hamas, que terminaría arruinando el proceso de paz con una serie de ataques terroristas en autobuses públicos.
Van por carretera que atraviesa la Tierra Caliente
Ataques terroristas, contraataques, campañas paramilitares, invasiones militares. Conforme fueron
pasando los años el conflicto fue escalando y la violencia creciendo. A la primera intifada le siguió la segunda; y al primer enfrentamiento armado en Gaza —después de que Israel se retirara de la zona unilateralmente y Hamas, esos que impidieron la paz, llegaran al poder en 2006— le siguió un segundo (2009) y un tercero (2011) y un cuarto (2014) y, finalmente, un quinto que inició el 7 de octubre de 2023.
Hamas tenía la intención de destruir a Israel, de provocar una guerra regional que pusiera en juego la supervivencia del país. Israel, en respuesta, se propuso eliminar a Hamas. Ni uno ni otro lograron su objetivo. La guerra entre Hamas e Israel, aunque parezca contradictorio, presenta una rara oportunidad para poner fin a este conflicto de ocho décadas ¿o más?
Israel no puede destruir a Hamas militarmente, pero puede trabajar con una ávida coalición internacional, occidental y árabe sunita, para crear una alternativa política. Esto implicaría, sin embargo, renunciar a los sueños mesiánicos que una gran parte de su coalición gobernante, que sueña con reconquistar Gaza. Después de la guerra, llega la paz. La pregunta es si ésta llegará a su fin, si continuará indefinidamente o si dará paso a una tregua —a la que le seguirá, unos años más tarde, otro capítulo de una guerra que pronto podría llegar a cumplir su primer centenario—.