BRÚJULA ECONÓMICA

Crecer poco

Arturo Vieyra
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Vieyra *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Recientemente las preocupaciones sobre el crecimiento económico en México se han acentuado. Después de que en el periodo 2022-2023 el crecimiento del PIB registró a una tasa mayor al 3%, en 2024 la economía se ha ralentizado con un avance cercano al 1.5%, y, lo más preocupante, es que las previsiones de los analistas apuntan a un menor avance con un consenso cercano al 1.0 por ciento.

Las consecuencias de este exiguo crecimiento del año pasado y del esperado para este 2025 tiene diversas razones que vale la pena reflexionar. Algunos “seudo” análisis tratan de explicarlo en lo fundamental a partir de una falta de eficiencia en las políticas públicas, particularmente por el hecho de que durante el año pasado se incurrió en un déficit público considerable (6% del PIB), que en paralelo con la fortaleza de la economía de los Estados Unidos que habrá crecido cerca de 2.6% son factores que debieron llevar a la economía mexicana a un mayor crecimiento.

No obstante, considero que esta conclusión es bastante superficial en la medida en que no ubica las verdaderas causas de la desaceleración. Vale la pena considerarlas pues serán elementos que, por su persistencia, también expliquen la baja estimación de crecimiento del PIB para este año.

En primer lugar, cabe mencionar que, si bien la política fiscal tuvo un sesgo expansivo con el abultado déficit público, su impacto se vio limitado por una política monetaria que fue a contracorriente, es decir, muy restrictiva con tasas de interés reales muy altas. En segundo lugar, las remesas provenientes del exterior (5% del consumo) tuvieron una pérdida significativa de su poder de compra por efecto de la inflación y de la depreciación del tipo de cambio.

En tercer lugar, a pesar del crecimiento de Estados Unidos, este no fue homogéneo, mostró una fortaleza muy acentuada en los servicios y, desafortunadamente para México, el sector manufacturero de ese país prácticamente estuvo estancado lo que deterioró nuestras exportaciones.

En cuarto lugar, ya hacia final del año, la inversión en construcción del sector público tuvo una caída significativa por la culminación de las obras prioritarias del gobierno anterior. En quinto sitio está la situación de inseguridad que prevaleció y se intensificó al final del año provocando serios daños en las economías regionales.

Finalmente, pero no menos importante, está el fuerte ambiente de incertidumbre que se generó por el ascenso Trump al poder y sus amenazas sobre México, a la vez que los cambios constitucionales en materia judicial posiblemente han propiciado una pausa en las decisiones de inversión que también han frenado el crecimiento.

Casi toda esta problemática prevalecerá a lo largo de este año, a lo que hay que añadir que la política fiscal que pretende un ajuste fiscal de dos puntos porcentuales del PIB será otro elemento restrictivo sobre el crecimiento. Si bien podría argumentarse que la política monetaria va en camino de reducir las tasas, considero que no será suficiente para contrarrestar el efecto fiscal restrictivo y las demás causas mencionadas.

Por tanto, en una situación tan compleja como la actual ver con simpleza las causas del bajo crecimiento solo puede abonar a soluciones igualmente simples y equivocadas. Se requiere crear un ambiente que disminuya la incertidumbre lo más posible y se incentive el crecimiento de la manera más eficiente y expedita para lograr una reactivación de la inversión, principalmente la privada, que es la principal fuente de crecimiento sostenido. Veremos si las políticas públicas están a la altura de estas expectativas.

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