VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

¿El retorno del imperialismo?

Gabriel Morales Sod
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Gabriel Morales Sod *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Esta semana, Trump amenazó con conquistar el Canal de Panamá y el territorio danés de Groenlandia. Sea ésta una amenaza real, con un plan para su implementación, o simplemente una “estrategia de negociación”, lo cierto es que el simple hecho de que el presidente del país más poderoso del mundo hable explícitamente sobre una posible expansión territorial indica el comienzo de una nueva y peligrosa era: el posible regreso a un pasado oscuro que pensábamos haber dejado atrás.

Desde el inicio de la civilización, los grandes imperios buscaron su expansión mediante la conquista armada. Sin embargo, el último experimento expansionista de la Alemania nazi y Japón durante la Segunda Guerra Mundial fue tan destructivo y letal que, por lo menos hasta hace unos años, parecía que los líderes de las grandes potencias buscarían, de ahora en adelante, cumplir sus ambiciones por otros medios.

Las siguientes décadas fueron años de descolonización, y vimos cómo el imperio británico y el francés se desmoronaron, y, con el fin de la Guerra Fría, la implosión de la Unión Soviética. Comenzó entonces la era del expansionismo económico agresivo y las guerras de conquista fueron gradualmente olvidadas. La invasión de Estados Unidos a Afganistán e Irak fue una manifestación de poder imperial, pero nunca formó parte de una agenda de expansión territorial; así, poco a poco, la idea de un mundo de imperios se convirtió en una memoria histórica.

La invasión rusa a la península de Crimea en 2014, vista ahora en retrospectiva, marcó el regreso del expansionismo imperial. La respuesta tímida de Europa y Estados Unidos sembró el camino para un hecho que, visto históricamente, forma parte de un patrón, pero que en su momento impactó al mundo: la invasión rusa a Ucrania. De inmediato se empezó a hablar de la posibilidad de una invasión china a Taiwán o de una campaña rusa en los países bálticos. La resistencia pírrica de los ucranianos parece haber detenido el ímpetu imperialista, pues recordó a los rusos, y, con ello, al mundo lo complicado que es salir victorioso de una campaña de conquista frente a un pueblo que no está dispuesto a dejar de ser independiente.

Pocos pensaron que el nuevo impulso expansionista vendría desde Occidente. Si Trump decide conquistar nuevos territorios, las consecuencias irían mucho más allá del destino de los panameños o daneses; no importaría si esta conquista se lleva a cabo por la fuerza o mediante la sumisión. En primer lugar, Estados Unidos y Occidente perderían toda legitimidad para oponerse a las ambiciones territoriales chinas o rusas, y no será sorprendente si a esta expansión le seguirá la caída de Taiwán o Georgia, por poner sólo dos de muchos ejemplos posibles. Regresaríamos entonces a lo que siempre hemos conocido, la lucha de imperios por expandirse, conquistar y aumentar su poder. La gran diferencia con la última vez que vimos algo similar, durante la Segunda Guerra Mundial, es que ahora los poderosos cuentan con armas nucleares.

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Javier Solórzano Zinser
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.