La crisis venezolana no se va a resolver con la forzada toma de posesión de Nicolás Maduro.
A diferencia de otras ocasiones con el chavismo en el poder, en esta ocasión la movilización en las calles está siendo una de las claves para entender que el escenario es distinto. No es lo mismo Juan Guaidó que María Corina Machado, y no es lo mismo la dinámica de la sociedad venezolana y el definitivo desgaste del Gobierno de Nicolás Maduro que lo que se vivió hace algunos años.
Lo que se dio en el pasado si bien era una división en mitades respecto a las posiciones políticas de los venezolanos, ahora la diferencia está en que la oposición se encuentra cohesionada y ha logrado permear entre la población en medio de las dificultades de la vida cotidiana y el largo tiempo que existe entre las elecciones y la toma de posesión.
Empeora inseguridad con May
Nicolás Maduro nunca presentó las actas que lo declararan ganador al igual que la institución electoral que trató de cubrir el resultado hasta donde le fue posible. En una estrategia bien diseñada, la oposición presentó las actas en que dejaba claramente establecido que el ganador de las elecciones había sido y es Edmundo González.
Han sido seis largos meses en que, por un lado, la oposición fue dando a conocer los resultados de las actas en la medida en que iba avanzando el proceso de conteo, y, por otro lado, el Gobierno ha defendido su victoria más que con la razón, con la fuerza y la intimidación.
Gobiernos que podrían catalogarse como simpatizantes del venezolano hicieron grandes esfuerzos para que se presentaran las actas y con esto poder apoyar, en su caso, el eventual triunfo de Maduro. Sin embargo, nunca hubo respuesta incluso se dieron algunos escarceos, los cuales se han mantenido particularmente con Colombia y con Brasil.
El caso mexicano es de enorme importancia por el papel que juega el país en el llamado subcontinente, pero sobre todo, somos una importante sede de la migración venezolana; se calcula que han emigrado más de 7 millones de venezolanos en los últimos años.
López Obrador tuvo una tibia participación con Gustavo Petro y Lula da Silva en la búsqueda de encontrar salidas a la crisis venezolana derivada del proceso electoral. Sin embargo, se fue diluyendo la participación del exmandatario mexicano porque, se presume, era un abierto aliado de Maduro.
El presidente de Colombia ha declarado recientemente que la coordinación de esfuerzos se fue perdiendo, porque de plano México se hizo a un lado. A López Obrador se le exigía que actuara como él exigía que actuara la comunidad internacional en las elecciones del 2006.
Las cosas parecían cambiar con la Presidenta. Cuando se le cuestionó sobre la elección dijo que, para tomar una decisión esperaría conocer el resultado a través de las actas. Como se sabe, las actas del organismo electoral nunca se dieron a conocer.
A pesar de ello, hace pocos días se le volvió a preguntar sobre el tema y de manera en algún sentido previsible no volvió a hablar de las actas, más bien habló de la voluntad de los venezolanos y que estaría en la toma de posesión de Maduro un representante mexicano. Habrá que escuchar lo que dice la Presidenta esta mañana y más en función de las manifestaciones de ayer.
La oposición venezolana demostró en las calles capacidad de movilización y cohesión política. Hubo mucha confusión, al final del acto, de lo que había pasado con María Corina. Se aseguró, como fuere, que está en libertad, su presencia este día será fundamental en el ánimo de los venezolanos.
Maduro y la comunidad internacional ya no pueden soslayar lo que está pasando y en esto se incluye, evidentemente, a nuestro país.
RESQUICIOS.
Es difícil entender al Gobierno federal cuando parece que pasa por alto o asume el diagnóstico que hace el gobernador de Sinaloa sobre Culiacán. Van cuatro meses de violencia física e intimidatoria con un lamentable saldo de 685 muertos, pero eso significa que “nos ha ido bien”.