Esta semana se echó a andar un programa en la Ciudad de México con la finalidad de llevar agua potable a las colonias con menores ingresos y con mayor demanda del vital líquido.
En las sedes seleccionadas se han repartido 150 garrafones de 20 litros de agua potable con un costo de cinco pesos en diversas alcaldías. La gente ha visto bien este programa social, pero no por el líquido, sino por el regalo de un garrafón que en el mercado tiene un valor de más o menos 100 pesos.
Algunos comerciantes, los dedicados a la purificación del agua, han criticado que se trata de una competencia desleal de parte del Gobierno local, pues un programa así los pondría a competir en condiciones desiguales ya que un garrafón de agua en estos negocios tiene un valor de más o menos 20 pesos. Por otro lado, algunos expertos en el tema han señalado que con este tipo de programas al Gobierno le toca ser juez y parte, pues es éste mismo el que se autorregula en cuestión de la calidad del agua que vende en las colonias populares.
Los otros mensajes del mensaje
El tema no para ahí, detrás de este programa —cuyo objetivo no vamos a cuestionar— se esconde algo realmente grave y preocupante en la capital del país: la poca cantidad de agua que llega a los hogares y la mala calidad con la que viene. Los datos oficiales hablan de que cada año se suman más y más colonias al listado de las que reciben agua por tandeo y donde ésta misma deja mucho que desear.
Como no se puede tomar directo de la llave, más del 90 por ciento de los hogares capitalinos depende del agua embotellada, ya sea de garrafón o de las botellas que compra en el supermercado o en la tienda de la esquina y cuya calidad, se ha demostrado en muchas ocasiones, no suele ser la mejor.
¿Cómo llegamos a este escenario? La realidad es que los gobiernos se han visto rebasados por la cantidad de población que ha llegado a la capital del país y peor aún, el presupuesto en materia de proyectos hídricos se ha venido disminuyendo en los últimos años. Es decir, poco a poco nos han ido cerrando la llave.
La responsabilidad es de los tres niveles de Gobierno —donde la Federación tiene el dinero— pero son los municipios los encargados de las tuberías y el alcantarillado, convirtiéndose esto en otra de las cuestiones que han originado el problema. Ante esta circunstancia, un programa social que prácticamente regala garrafones de agua es apenas un paliativo que desvía la atención de un tema que tiene que combatirse de fondo. La falta de inversión y el olvido en el que se encuentra el Sistema de Aguas.
Me cuentan los que saben, que un proyecto de buen impacto y gran magnitud para resolver el problema de la mala calidad y la cantidad del agua costaría alrededor de los 100 mil millones de pesos, menos de lo que costó la construcción del Tren Maya. El asunto es que el agua no ofrece dividendos políticos.
En el baúl. Detrás de la polémica que se ha desatado en la colonia Cuarta Transformación de Tultitlán, Estado de México, hay toda una historia de acarreados políticos, regidores que repiten en el cargo o se pasan el puesto de padres a hijos, y chapulines que, cuando el PRI salió del Gobierno se pasaron a Morena. La inconformidad de los vecinos que hace unos días rechazaron se les impusiera el cambio de nombre, retirando las placas con los nuevos nombres de las calles, no sólo es por no avisarles, están cansados de años de uso clientelar de su barrio.
Basta por hoy, pero el próximo lunes… regresaréeeeeeeee!