QUEBRADERO

Ni quién les haga ruido

Javier Solórzano Zinser
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Javier Solórzano Zinser *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: Imagen: La Razón de México

Día con día la oposición se va convirtiendo en un ente político de escasa influencia y trascendencia. El asunto va adquiriendo cada vez más relevancia, porque al tiempo que se diluye, la mayoría adquiere una fortaleza pocas veces vista en décadas recientes en nuestro país; son ya una nueva edición de los tiempos del partidazo.

Durante estos días en que una buena cantidad de temas de primer orden han estado entre nosotros la oposición ha estado materialmente borrada. No trasciende en lo más mínimo su voz y mientras que Morena sigue trabajando de manera importante en territorios de todo el país, la oposición está ausente y en muchas ocasiones poco o nada importa su opinión.

No aparece ni en las redes ni en los medios, lo cual fortalece una visión unilateral de país, pero, sobre todo, consolida una forma de gobierno, la cual cada vez es más evidente que nos acompañará a lo largo de muchos años.

Independientemente de que la titular de Gobernación se ha ido convirtiendo en una instancia de diálogo con la oposición, cada vez es más claro que la Presidenta puede evitarse a la oposición, porque en sentido estricto no influye y, más allá del menosprecio que le tiene, no encuentra elementos para su gobernabilidad a través de ella ni le es útil bajo su concepción de que ella “dialoga con el pueblo de México”.

En el mitin de ayer en el Zócalo quedó establecido de nuevo quien gobierna y tiene el poder. Cada vez que se dan estos actos —igual pasó con López Obrador, de hecho, estamos ante la repetición de ellos—, se reproducen formas que durante mucho tiempo fueron criticadas bajo las que se combinan las convicciones y el uso político de los ciudadanos.

Si bien al interior del Gobierno y su partido se sigue bajo la tónica de evitar la crítica y la autocrítica, es evidente que no hay factores que influyan o la provoquen para que puedan ejercerse y tengan un valor concreto. La crítica y la autocrítica son una convicción y parte de un ejercicio político y de la vida misma; sin embargo, al Gobierno anterior y a éste no necesariamente le significa una instancia clave que le permita una gobernabilidad integral.

Con la oposición diluida, la Presidenta asume que no tiene por qué voltear a otros lados de no ser los que son los suyos, los cuales muy probablemente se mueven entre el servilismo, y en algunas ocasiones en observaciones que son o no atendidas.

De no ser que exista una convicción de la importancia que tiene escuchar a quienes políticamente representan a otros sectores de la población, a Claudia Sheinbaum, como a López Obrador en su momento, les basta con verse en su espejo.

Lo único que le queda a la oposición es esperar a que inicie el periodo ordinario en las cámaras. A pesar de que no hay día que sea arrasada, lo que le queda es que en las cámaras hagan valer su voz y sus críticas, las cuales se mueven entre la impotencia, la incapacidad y, en ocasiones, con propuestas que deberían ser atendibles.

Las cámaras se han convertido en el espacio para que la mayoría haga como que escucha, aunque al final siga abajo la premisa de voy derecho y no me quito, y para que la oposición trate de hacerse ver y además patalee.

Como sea, es la posibilidad de que sus opiniones se escuchen y se expandan. Es la posibilidad de que conozcamos mínimamente qué piensan y cómo ven al país. Siguen estancados y no se ve cómo vayan a salir, no hay un trabajo político nacional que pudiera ser la base de su influencia en las cámaras y entre los ciudadanos; la oposición difícilmente saldrá de su derrota por los próximos seis años.

Ayer la Presidenta los volvió a colocar en su dimensión; no existe quién les haga ruido.

RESQUICIOS.

Es brutal lo que está pasando en Los Ángeles. Para que nos demos una idea del tamaño del incendio está afectando a lo que serían las alcaldías de Iztapalapa, Cuauhtémoc y Benito Juárez en la CDMX. Sólo se tiene controlado el 6% del incendio y, además se vienen más vientos.

Temas: