El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha declarado su intención de apropiarse de Groenlandia por intereses económicos y territoriales de la isla, que es propiedad de Dinamarca.
Es una vieja discusión la intención de EU de comprar Groenlandia, la enorme zona ubicada entre los océanos Atlántico y Ártico. Desde 1867 hay registro de un intento de adquirirla junto con Islandia.
Después, tras la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos entró a territorio danés para defenderse de los nazis y regresó el territorio a ese reino, en 1946 se hizo una segunda oferta por un monto de 100 millones de dólares.
Los otros mensajes del mensaje
Más recientemente, en 2019, Trump había mostrado interés por comprarla, a lo que el gobierno danés contestó que era una propuesta “absurda”, lo que causó la cancelación del viaje diplomático del entonces mandatario estadounidense a dicho territorio.
Desempolvar esta discusión podría deberse a la actual rivalidad del país del norte del continente con el enorme poderío de China y Rusia, aliados contra la hegemonía del bloque occidental.
Las intenciones de Trump se suman a las absurdas declaraciones del magnate sobre cambiar el nombre al Golfo de México por Golfo de América; tomar el control del Canal de Panamá por la vía armada y hasta anexar Canadá como parte del territorio estadounidense.
Parecen locuras de un pésimo guion en una mala película, pero detrás de los dichos del locuaz mandatario, hay un interés económico por los recursos que existen en esas latitudes del planeta y sus posiciones estratégicas para las rutas de navegación, impulsadas por el calentamiento global y el deshielo de los glaciares.
En el caso de Groenlandia es la isla más grande del planeta con 80 por ciento de su territorio cubierto por hielo y que concentra una escasa población, apenas unos 50 mil habitantes del pueblo inuit, una población generosa y tranquila que convive con un clima polar y subártico extremadamente difícil.
El interés principal del magnate trumpista, perfecto representante del capitalismo voraz, salvaje y abusivo, son los recursos naturales que esconden los paisajes helados de la isla, sobre todo hierro y uranio, cuyo acceso será posible tras el deshielo provocado por el calentamiento global, actividad provocada por la contaminación del planeta y que Trump se niega a reconocer como una catástrofe climatológica real.
La polémica desatada tras las atropelladas declaraciones del presidente electo de Estados Unidos han servido para que el pueblo de Groenlandia cuestione la independencia de su territorio del colonialismo danés y de las intenciones del imperio estadounidense en actual decadencia.