El próximo 20 de enero, Donald Trump tomará posesión como presidente de Estados Unidos.
Antes de asumir el cargo, ya había advertido a Hamas que, si los ciudadanos israelíes no regresaban a casa antes de su investidura, “habría un infierno que pagar”. Estas palabras resonaron entre los negociadores de Qatar, Israel y los líderes de Hamas.
Todo parece indicar que se está avanzando hacia un acuerdo. El plan general consta de tres fases. En la primera, se espera que los terroristas liberen a 33 rehenes, mientras que Israel comenzará su retirada de las zonas habitadas de Gaza.
El cierre de filas
El esquema general de la primera fase sería el siguiente:
El primer día, Hamas liberará a tres rehenes civiles israelíes.
El séptimo día, Hamas liberará a cuatro civiles israelíes más.
A partir de entonces, cada semana liberarán a tres rehenes adicionales.
Además, por cada israelí liberado, Israel liberará a 30 menores o mujeres palestinas. Por cada mujer soldado israelí liberada, Israel liberará a 50 prisioneros palestinos.
Este complejo intercambio establece el regreso sólo de 33 de los más de cien ciudadanos israelíes que todavía permanecen en poder de Hamas. Sin embargo, las familias de los secuestrados han exigido al gobierno que todos los cautivos, vivos o muertos, regresen a Israel. También demandan que las etapas de la liberación sean continuas pues, al momento, no hay garantía de que todos los rehenes sean devueltos.
El acuerdo permitiría a Hamas regresar al norte de Gaza. En las últimas horas, el grupo terrorista exigió el cuerpo de Yahya Sinwar para continuar con las negociaciones; también circularon propuestas descabelladas, como la liberación de 1,000 presos gazatíes por cada mujer israelí. Los negociadores israelíes rechazaron rotundamente ambas solicitudes.
Además, Israel cedería el control del corredor Filadelfia, una zona estratégica para prevenir el tráfico de armas y futuros ataques; esta exigencia ha sido fuertemente cuestionada por varios miembros del parlamento israelí, pero los negociadores han insistido en que es necesario traer de vuelta a casa a todos los rehenes.
Este mal acuerdo, propiciado por la llegada de Trump a la Casa Blanca, vuelve inevitable que nos preguntemos: ¿quién ganó esta guerra? Y la respuesta es simple: nadie, porque en los conflictos armados, las ganancias políticas o económicas se ven superadas por las verdaderas pérdidas, que se cuentan en vidas humanas, en comunidades devastadas y en generaciones marcadas por el dolor.
Estos 466 días han sido un doloroso delirio para las familias de los secuestrados, para los ciudadanos israelíes sometidos a bombardeos diarios y para los civiles gazatíes desplazados y atacados. La incertidumbre y el desasosiego que deja la guerra son enormes, pero un acuerdo de paz siempre es una buena noticia. Aun así, es imprescindible sanar y reconstruir la región.
Las sociedades israelí y gazatí deberán encontrar un difícil equilibrio entre la obligación de recordar y la necesidad de olvidar los horrores vividos en los últimos meses. Sólo así podrán construir un futuro viable, cada una desde su fe y su territorio.