Los funerales de Jimmy Carter han coincidido con el nuevo arribo de Donald Trump a la Casa Blanca. Muchos ven al trumpismo como la quintaesencia de la política expansionista estadounidense de todos los tiempos. La historia, sin embargo, registra cambios en la relación de Washington con América Latina y el Caribe, que nunca deberían desestimarse.
Los tratados que firmaron Omar Torrijos y Jimmy Carter, en 1977, sentaron las bases para una reintegración del Canal de Panamá a la soberanía de ese país centroamericano, después de siete décadas, tras la apertura de la ruta interoceánica en 1913. El traspaso de la soberanía se produjo, según lo acordado, en 1999, bajo las presidencias de Mireya Moscoso en Panamá y Bill Clinton en Estados Unidos.
Aquélla fue una entre varias señales de cambio que la administración Carter envió a la región. Otras señales serían la apertura de la Oficina de Intereses en Cuba y la voluntad de avanzar en una distensión con el país caribeño, una mayor disposición a la búsqueda de una coalición diplomática que pusiera fin al régimen de Anastasio Somoza en Nicaragua y la suscripción de premisas de derechos humanos que apuntaban contra las dictaduras militares del Cono Sur.
La política de Carter en la Guerra Fría latinoamericana, como es sabido, fue descontinuada por todos sus sucesores republicanos —George H. Bush invadió Panamá en 1989— y sólo retomada, desde otras perspectivas, por los gobiernos de Bill Clinton y Barack Obama. Ahora Donald Trump está proponiendo un regreso a las fórmulas más básicas del expansionismo territorial estadounidense, que datan de la segunda mitad del siglo XIX.
Antes de llegar a la Oficina Oval de la Casa Blanca, casi como un mantra, Trump ha repetido que Estados Unidos debe recuperar, por las buenas o por las malas, el canal de Panamá, a su juicio, controlado por China. También ha hablado de comprar Groenlandia a Dinamarca, de anexar Canadá a Estados Unidos y de cambiarle el nombre al Golfo de México.
De pronto, el lenguaje imperial de Estados Unidos pasa de sus claves globalizadoras y neoliberales a un tono vintage, que recuerda los tiempos de James K. Polk, Zachary Taylor, William McKinley o Teddy Roosevelt. A su escala, Trump estaría produciendo un giro muy similar al de Vladimir Putin hace una década, cuando impuso la anexión de Crimea.
Las muestras de solidaridad con Panamá se han multiplicado en las últimas semanas. Presidentes y expresidentes, cancilleres y excancilleres, académicos y empresarios, han trasladado al gobierno de José Raúl Mulino su respaldo a la idea de que la soberanía panameña del canal es una conquista histórica irrenunciable.
Desentonan las ofensas de Nicolás Maduro al presidente panameño y su canciller, Javier Martínez-Acha, por el apoyo que el gobierno centroamericano ha concedido al líder opositor venezolano Edmundo González Urrutia. No son contradictorias la defensa del canal de Panamá y el respeto al voto en Venezuela.