QUEBRADERO

Rompimiento. No hay razón ni habrá

Javier Solórzano Zinser
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Javier Solórzano Zinser *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: Imagen: La Razón de México

La obsesión de que la Presidenta tome distancia de López Obrador a lo único que está llevando es a distraer el verdadero debate, el cual debe concentrarse en lo que está haciendo Claudia Sheinbaum como Presidenta de México.

No hay manera de que rompa con el tabasqueño, porque forman parte de un mismo proyecto y porque Sheinbaum es la extensión de ello. Independientemente de la forma en que esté gobernando, en esencia no habrá cambio alguno. Ella es la extensión de lo que inició en 2018 y es también la consolidación del proyecto; de lo que llaman nuevo régimen.

La Presidenta camina tranquilamente con la situación política interna del país en tanto que la oposición y los críticos del Gobierno se distraen con algo que no va a moverse ni un ápice, de no ser que haya matices propios de la gobernabilidad y de los problemas que se van viendo en diversas áreas.

La Presidenta muy probablemente se va dando cuenta de que hay una pesada herencia, particularmente en los terrenos económicos y en el gran costo de las obras emblemáticas del sexenio.

Tan camina con seguridad, que ayer de plano dijo que a los que opinan de manera distinta y en alguna medida a la oposición partidista, además de que ya no tienen influencia hay que aislarlos. No es la mejor manera de concebir la democracia, la pluralidad y las libertades convocando a aislar a quienes piensan diferente.

La declaración le hace ver y aparecer con matices de intolerancia en tiempos en que con el poder que tiene bien podría manejar un discurso bajo otras formas en su expresión y en su contenido. No le vendría nada mal a su proyecto de Gobierno una dosis de integración más que de aislamiento.

La Presidenta tiene por ahora una capacidad de maniobra que a estas alturas López Obrador no tenía, más allá de la enorme influencia y peso político del expresidente. La herencia del tabasqueño le ha permitido a Claudia Sheinbaum una fortaleza y popularidad propia del legado, pero también porque además de verle como una extensión, poco a poco ha ido adquiriendo un peso real en la sociedad, la cual le ha otorgado una suerte de beneficio de la duda en función de su inobjetable triunfo.

López Obrador no dejará de aparecer por momentos como un fantasma al cual llenan de algo así como leyendas urbanas. Esto no va a dejar de suceder ni ahora ni más adelante, porque no hay duda que el tabasqueño está metido de lleno en el imaginario colectivo que en algunos casos se le ve como una deidad.

Si alguien lo sabe es Claudia Sheinbaum, porque lo vivió y compartió a lo largo de muchos años. Sin embargo, cada vez hay más evidencias de que en la herencia del tabasqueño existen irregularidades e imprudencias.

La Presidenta ha tratado estos días de darle matices a ello. No tiene mucho sentido juzgarla por 100 días, cuando tiene por delante casi la totalidad de su sexenio. Por ello es importante para el análisis de las cosas más que la interminable especulación política, que, por cierto, si a alguien le viene bien es a quien gobierna, la clave está en analizar su gobernabilidad.

Hay temas en los que no se ha avanzado. En seguridad destaca la Operación Enjambre, pero en Culiacán las cosas van de mal en peor con un gobernador que desde hace tiempo es prescindible. En salud, a pesar de una narrativa que nos quiera hacer ver que se va avanzando, no hay indicios de ello; el caso del hospital de Oaxaca es de horror.

No le pidan a la Presidenta que rompa con López Obrador, no va a pasar. El expresidente seguirá entre nosotros como un fantasma recreado en el imaginario colectivo, pero quien tiene la responsabilidad y a quien hay que exigirle cuentas tiene nombre y apellido: Claudia Sheinbaum.

RESQUICIOS.

En el pasado sexenio las escuelas públicas perdieron a medio millón de estudiantes y las privadas crecieron en 291 mil. Si en la SEP no entienden lo que está pasando con su desorganización y sus libros de texto, seguiremos ahondando la crisis.

Temas: