Al comparecer ante comisiones del Senado para su ratificación como próximo secretario de Estado de Estados Unidos, el cubanoamericano Marco Rubio pronunció una palabra que dio paz —por el momento— a Palacio Nacional: “coordinación” entre ambos gobiernos para resolver las responsabilidades y desafíos compartidos.
Migrantes, aranceles, armas y fentanilo: cuatro temas que engloban todas las tensiones de la relación binacional y regional. Para la Presidenta Claudia Sheinbaum, el discurso de Rubio fue un bálsamo que le permitió destacar el eje vertebral de lo que nuestra mandataria propone ante la llegada del impetuoso Trump 2.0: cooperación, sí; subordinación, jamás.
Por taras culturales y razones históricas, la narrativa oficial mexicana necesita subrayar la soberanía nacional frente al imperialismo recargado con el que Donald Trump regresa al poder, como premisa que legitime a la 4T 2.0.
Plan México sin Zacatecas
Sin embargo, está documentado que los discursos de los nominados al gabinete presidencial ante los inquilinos del Capitolio, en Washington, no necesariamente se cumplen. Van por la aprobación; ya instalados en sus trincheras, los alfiles del jefe de la Casa Blanca vuelven a posiciones más radicales.
Como sea, Marco Rubio, próximo jefe de la diplomacia norteamericana, le bajó varias rayitas a la idea de declarar a los cárteles de las drogas mexicanos como organizaciones terroristas, lo cual permitiría a Estados Unidos ampliar unilateralmente su margen de maniobra y ataque a entidades económicas, financieras, comerciales e industriales ante la sospecha de cualquier vínculo, al nivel que sea, con fachadas criminales de este lado de la frontera. Sí, y también el uso de inteligencia militar transfronteriza.
El republicano de Florida habló de un mundo ideal en el cual habría coordinación de alto nivel entre su país y el nuestro para combatir el trasiego de fentanilo y migrantes. También para acotar el flujo de armas de allá para los sicarios de acá. Y trabajos de gabinete suficientes para resolver los apetitos proteccionistas de su jefe Trump, quien todos los días amenaza con el cobro de aranceles para ecualizar las balanzas comerciales, lo mismo en América del Norte que con el resto del mundo.
Hasta que el lunes 20 de enero, a las 11 de la mañana, tiempo del centro de México, Donald Trump jure como presidente por segunda ocasión, quedémonos con el mesurado tono de Marco Rubio. Esperemos que, una vez que el magnate cuente con el poder de su firma y comience a despachar decretos a diestra y siniestra, la realpolitik active o no cuanto mecanismo diplomático, económico y humanitario ha preparado la administración Sheinbaum.
Dos datos: durante los periodos presidenciales del demócrata Barack Obama hubo más deportaciones de migrantes, en proporción al primer piso de la era Trump. Y la oficina gubernamental que se encarga de ejecutar las expulsiones de indocumentados extranjeros tiene apenas medio millar de empleados, lo que hace imposible que esa minúscula burocracia procese mayúsculas deportaciones. Veremos.