LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Otra vez los propósitos de año nuevo

Valeria Villa
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Todos los años empezamos el nuevo ciclo del calendario con la esperanza de que ahora sí vamos a hacer los cambios que nos urgen desde hace tanto tiempo. Diciembre es un mes de excesos y la solución es el Dry January o enero sin alcohol. Después de todo lo que nos comimos ahora somos presa fácil para comprar aplicaciones con recetas de cocina saludable o para iniciar retos como el de un mes sin alcohol pero sin carbohidratos.

Parece que hacemos la lista de propósitos de Año Nuevo, concientes de que habrá algunos que no podremos cumplir. La pregunta no es qué nos proponemos sino para qué. ¿Cuál es la fantasía que subyace al propósito de bajar de peso o hacer deporte cuatro o cinco veces a la semana? ¿Qué creemos que vamos a ganar dejando de beber?

Los propósitos cuando inicia el año probablemente tengan como fin último encontrar el equilibrio o la felicidad. La mala noticia es que la felicidad, como estado inalterable que se alcanza si se cumple con ciertos objetivos, no existe. Ser felices es algo que nos pasa, casi siempre sin habérnoslo propuesto. A veces, al mirar hacia atrás, es cuando podemos reconocer que aquel verano de hace diez años o cuando nuestros hijos iban al kínder o cuando nos enamoramos de verdad, fuimos felices. Casi nunca lo sabemos mientras lo estamos viviendo.

La idea de hacer cambios que nos ayuden a ser mejores puede ser edificante en tanto no se convierta en fanatismo. Una puede creer que lo está haciendo todo bien y tal vez la recompensa no llegue nunca. Pensamos que si cumplimos nuestros propósitos tendremos nuestro premio pero a veces las cosas no son como esperamos. Porque una vida plena, sin ningún agujero o falta, en la que la salud física y mental sea inmejorable, es una tarea que nos llevará toda la vida y que no veremos terminada nunca.

Tal vez los propósitos son una forma de evadir el hecho de que la vida a veces es difícil pero también un modo de distanciarse de la pulsión de muerte que hay debajo de los malos hábitos como beber todos los días o pasar demasiado tiempo frente a una pantalla. El autosabotaje, como le llaman muchos, es para Freud la pulsión de muerte, la capacidad autodestructiva que habita en todos y que a veces somos incapaces de contener.

Aquello de que querer es poder es una fantasía del capitalismo tardío que ahora también vende salud mental y física y que deja a un lado las condiciones sociales de quien hace una lista de propósitos.

No digo que no sea mejor bajar esos kilos que nos sobran y mantener nuestro colesterol, triglicéridos y glucosa a raya, pero de ahí a pensar que seremos felices cuando seamos delgados o exitosos hay una gran distancia. Los gimnasios, los consultorios de terapia, los estudios de yoga, las salas de espera de los médicos en nutrición se llenan durante enero y suelen vaciarse hacia la mitad del año. Quizá haya cosas más importantes que un número en la báscula.

En el estudio del desarrollo adulto de Harvard, que comenzó en 1937 y terminó setenta años después, se siguió la vida de alrededor de 800 personas desde su juventud hasta la vejez. Al ser entrevistados al final de la vida, ninguno de los participantes se arrepintió de no haber trabajado más. Todos sin excepción hubieran querido tener más tiempo para cuidar sus vínculos, para perseguir algún sueño. Hubieran querido tener más tiempo para el amor en todas sus formas.

Cuando pienso en propósitos de Año Nuevo, me imagino más cómo cultivar las ganas de seguir viviendo, cómo poder sentirnos más cómodos con lo que somos, cómo ser un poco más libres de los mandatos sociales y culturales que dictan lo que es una vida feliz, cómo aprender a fracasar con más elegancia y a disfrutar de nuestros logros con más orgullo.

Cuando pienso en propósitos de Año Nuevo, se me ocurre cómo lograr estar más despiertos y atentos en el presente y cómo ser más amables con nosotros y con los demás.

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