ENFOQUE MANUAL

Siete minutos esposada

Laura Garza *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

El día de ayer se publicó un video que dura poco más de siete minutos en donde vivimos un momento de angustia y enojo, al ver cómo la policía del norte del estado de Nueva York esposa a una niña de 11 años mientras jugaba con sus compañeras tras salir del colegio.

Ha surgido una gran crítica social y mediática, de nueva cuenta, por las formas en que la policía de Nueva York aplica de manera injusta y agresiva acciones contra hombres, mujeres, niñas o niños de color.

En un principio el comunicado solo apareció sin ninguna imagen en las agencias de noticias internacionales, después la maravilla de las redes sociales sacó a la luz el video del teléfono de su amiga que inteligentemente y también con prudencia grabó los siete minutos que duraron una eternidad.

Es curioso porque hoy en día leemos más que nunca, sin distinguir mucho entre la verdad y la mentira, pero las redes sociales nos tienen pegados a la pantalla y aunque sean lecturas muy breves, no paramos de hacerlo. Pero ¡Oh! Si no hay una imagen fija o en video que acompañe a alguna noticia o acto que implique injusticia, nos frenamos un poco y cuestionamos qué tan real puede ser.

El ojo hipermoderno, lo llamaría Gérard Wajcman, ese que quiero verlo todo porque la verdad está en lo que se ve.

Así que la imagen en mi cabeza al leer el comunicado exigía “la imagen” de ver a la niña de 11 años y a la policía de Nueva York con sus uniformes azules.

Decía el escritor Robert Faurisson, “Lo que no tiene imagen se vuelve rumor” y así es como se sacia la mente, la intriga, el morbo y el enojo social que por sí mismo enciende el interior.

En la “casi” detención de dos policías norteamericanos, una mujer y un hombre a la niña de 11 años con chamarra rosa, la puede ver en video, pero la imagen que acá le ofrezco, un solo cuadro de este eterno video es donde el policía varón la ha esposado ya, pero ella no entiende por qué, nadie le dice a la afectada y a sus amigas qué pasa, hasta que la amiga que graba insiste en saber qué pasa.

La policía mujer explica que tienen una foto de una niña idéntica a ella que robó un auto, a lo que las niñas sueltan la carcajada y le dicen que ninguna de ellas sabe manejar, que apenas tienen 11.

La actitud de la mujer es la misma que usted ve aquí, ignora a la niña detenida y a sus compañeras. “Es idéntica a la foto y ella es”.

Rescato la escena para darla a conocer y sumarla a la lista interminable de casos como este que ya han ocurrido en el pasado en Estados Unidos y que afortunadamente no terminó en muerte o golpes.

Pero también para reflexionar sobre nuestra actitud ante estos tiempos de sospecha si no hay una imagen, y de angustia porque no lo vemos.

Es un poco de ciencia con una lucha emocional, la primera porque lo que se ve es real y sino, se genera la ansiedad de la duda, la intriga y quizá hasta el olvido.

Estamos rodeados de cámaras visibles e invisibles, de ojos atentos a lo que hacemos y de otros que esperan usarnos como objetos, o animales de experimento.

Hemos perdido la civilidad a la hora de ver, exigimos y si no la tenemos, no creeremos que mataran, violaran, despedazaran o desaparecieran en ácido a cualquier persona.

Pero en el lado positivo, tener la imagen desenmascara cualquier falsedad y también devela las formas en quienes se involucraron.

En este caso, yo me imaginaba aún peor. ¡Una niña de 11 años negra! Claro que me dio la angustia al no encontrar nada en las Agencias, hasta que encontré el video y lo miré con detenimiento.

No solo sentí la angustia de las amigas al querer defender a su amiga y escuchar a la policía cerrada y enfrascada en decir que ella era la robacoches y punto, pero también admiré la prudencia de la amiga que graba, que la acompaña, que no pierde la compostura, que tiene miedo pero que lo controla gracias al teléfono encendido.

Ella se siente segura con su teléfono porque sabe que tiene la verdad y está ante los ojos de quienes no la quieren ver.

Curioso, la única imagen que se predisponían a ver era la que les habían “informado”: niña negra, con chamarra rosa y pantalón negro.

Pareciera que la vigilancia visual en la que nos encontramos nos rebasa, porque vemos sin ver, pero exigimos tenerlo en pantalla para creer.

Siete minutos esposada por la arrogancia y abuso de poder de quien tenía todo para ver, y no quería ver nada que lo desenmascara en su error.

Y usted ¿solo cree en lo que ve?

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