En su monumental Estudio de la historia, publicado originalmente en inglés en 1934, Arnold Toynbee denunció lo que él llamó la industrialización de la disciplina histórica. Me parece que lo que dijo el historiador inglés en aquel entonces vale para el resto de las humanidades y todavía más en estos tiempos, en los que el proceso señalado por el autor británico se ha vuelto endémico.
Toynbee afirma que el mundo occidental de su tiempo estaba dominado por dos instituciones: el sistema democrático en la política y el sistema industrial en la economía. Por lo que toca al sistema político, la afirmación de Toynbee era una generalización con poco sustento, ya que en 1934 ni Italia, ni Alemania ni la Unión Soviética tenían regímenes democráticos, pero por lo que toca al sistema económico, sí podemos decir que, en aquellos años, el capitalismo se encontraba en un estadio industrial en las naciones que Toynbee hubiera descrito como pertenecientes al mundo occidental.
Según Toynbee, el sistema industrial había modificado de manera profunda la forma de actuar y de pensar de Occidente. En el aspecto humano, ese sistema estaba fundado en la división del trabajo y en el aspecto epistemológico en la aplicación del método científico al aprovechamiento del medio ambiente. Estas dos características se podían encontrar, sostenía Toynbee, en los estudios históricos de las universidades de los países occidentales. El proceso había comenzado en las ciencias naturales, en las que estas dos tendencias se habían adoptado de manera asombrosamente rápida y eficiente, pero pronto se había exportado a la historiografía y el resto de las humanidades. Las geisteswissenschaften se habían dejado moldear por las naturwissenschaften.
Delfina y su influencia en Morena
El modo de producción de las humanidades sigue ahora el modelo descrito por Toynbee. En vez de que el producto privilegiado sea el libro, como había sido durante siglos, ahora es el artículo especializado en revistas académicas. En vez de que el agente epistémico sea el individuo, ahora es el equipo de investigación. En vez de que el espacio físico de creación sea el estudio del investigador o incluso el salón de seminario, ahora es una especie de taller o de laboratorio en el que equipos de trabajo producen la mayor cantidad de escritos de acuerdo con los criterios cuantitativos y los objetivos señalados por las empresas educativas, ya sean privadas o estatales. Con la expansión del modelo industrialista, esta concepción de las humanidades se ha globalizado. Así como el mundo entero se ha convertido en una gigantesca factoría y un gigantesco supermercado, las universidades y centros de investigación en todos los rincones del planeta han adoptado el modelo industrialista para unificar sus estudios e investigaciones con los de los países a la cabeza de ese movimiento. Y así como el dólar es la moneda de intercambio en el mercado global, el inglés es el idioma común de la industria académica internacional.
Se podría plantear la pregunta de si el nuevo estadio del capitalismo global dominado por la inteligencia artificial cambiará este modo de producción académica o simplemente lo hará más agudo y más extremo. Aún es temprano para poder dar respuesta a esa interrogante.
Toynbee también señalaba que, junto con el modelo económico industrial, Occidente le había dado un giro nacionalista a la democracia que resultaba políticamente pernicioso y, además, académicamente lamentable. Ya sabemos lo que produjo la mezcla del industrialismo con el nacionalismo durante la Segunda Guerra Mundial. Por desgracia, tal parece que esa combinación ha perdurado hasta nuestros días, aunque con otros ropajes. Las humanidades siguen padeciendo de los efectos de esos dos modos de organización política y económica y no se alcanza a ver que en un futuro cercano pueda haber cambios.
México no puede sustraerse de ese poderoso movimiento global. Las humanidades mexicanas están arrastradas por esas mismas fuerzas económicas. No importa qué partido político gobierne en el país o quiénes sean las autoridades de las universidades y los demás centros académicos en el país. Por lo mismo, podemos decir que da igual que el anterior Conahcyt —con esa H de “Humanidades” que ha resultado muda— ahora sea una flamante secretaría de Estado. El modelo es el mismo: el de la gestión por parte del Estado nacional de unas humanidades industrializadas en el sentido de Toynbee.