Donald Trump echó a andar su maquinaria a los pocos días de su victoria.
Joe Biden y Kamala Harris materialmente desaparecieron. Mientras el presidente entendió que tenía que hacerse a un lado, la vicepresidenta se dio tiempo para asumir su ruda derrota.
No parecía que Donald Trump fuera a ganar las elecciones como lo hizo. Es un hecho que los votantes escondieron su voto. A la hora de ir a las urnas poco les importó cómo estaba la economía estadounidense, la cual fue fortalecida con Biden.
Trump representa el ánimo de los estadounidenses. Se identifican con él, porque detrás de sus propuestas está una forma de ver a su país y al mundo. Quizá en los terrenos de lo políticamente correcto, muchos no se atreven a repetir lo que plantea el presidente; sin embargo, es claro que el voto dejó establecido que EU se está haciendo a la derecha de la derecha.
Trump sabe que tiene que echar a andar todas sus propuestas lo más pronto posible. Tiene un bono democrático y tiene que responderles a los millones de estadounidenses que optaron por él. El presidente tiene que cumplirles en su repetida arenga de colocar de nuevo al país como la nación hegemónica, tanto en lo económico como en lo ideológico.
El presidente lo sabe y por eso, además de seguir azuzando a sus votantes a lo largo de estos meses, se ha dedicado a presentar una serie de propuestas que pueden cambiar la dinámica de la relación con México y el mundo.
Oficialmente llega hoy, pero Trump viene gobernando desde los primeros días de noviembre. Acaparó la atención del mundo y, sobre todo, al interior de su país. Empezó a gobernar y a tomar decisiones que incluso lo colocaron confrontado sistemáticamente con Biden, quien estaba ya en la cuenta de protección.
La interpretación que cada uno de ellos hace sobre la tregua en Medio Oriente es la manifestación de ello. Los dos asumen que el acuerdo de paz llegó porque ellos se encargaron de alcanzarlo.
Los demócratas deberán entender que con el presidente no se va a negociar y que puede venirse una reestructuración de muchas instituciones para adecuarlas a los tiempos, a la voluntad y ocurrencias del hombre que toma hoy posesión.
El nuevo triunfo de Trump viene a ratificar una tendencia de que los hombres del dinero se convierten en hombres de la política. Se puede venir un golpe de timón a instituciones que a lo largo de muchos años han demostrado su valor en la Unión Americana.
No hay manera de saber qué viene hasta que escuchemos el discurso de hoy y sepamos sus estrategias y sus ocurrencias. Para México todo es un enigma. Tres son los temas que aparecen en el radar. La migración acapara justificadamente la atención por lo que puede significar la expulsión de millones de mexicanos. No sirve de mucho, de no ser para los ánimos internos, las arengas políticas nacionalistas sobre la defensa de los migrantes. La gran paradoja es que ninguno, ninguno, de los gobiernos de los últimos años ha tenido una política firme en defensa de los migrantes.
El segundo tema son los aranceles. La ventaja que tenemos es el T-MEC. Se viene una muy ruda discusión sobre el tratado en los próximos meses, particularmente en 2026.
El tercero es la seguridad. Trump quiere meterse en el país para acabar con las cabezas de la delincuencia organizada. Se debe establecer una firme capacidad de negociación, pero sobre todo, habrá que darle un giro a las cosas en medio de un escenario profundamente desigual, porque se nos señala unilateralmente siendo que las responsabilidades sobre armas, seguridad y drogas es bilateral y multilateral.
Oficialmente hoy llega Trump, pero ya estaba desde noviembre por aquí.
RESQUICIOS.
Algunas acciones de estos días en materia de seguridad ratifican que se acabó aquello de “abrazos no balazos”. Seguramente esto llega a oídos de Trump. Lo que también ha de llegar a sus oídos es que en Culiacán entre un gobernador prescindible y una violencia cotidiana las cosas siguen igual y peor.