ENTRE COLEGAS

Una pesadilla llamada Trump

Horacio Vives Segl
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Horacio Vives Segl *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Donald Trump volvió a asumir la Presidencia de Estados Unidos el lunes.

Como era de esperarse, cumplió —tanto en su discurso como en sus primeras órdenes ejecutivas— con muchas de las promesas y amenazas elaboradas desde la campaña y sostenidas desde que ganó la elección. Llegó con el inequívoco diagnóstico de que México es el mayor de sus problemas y que está dispuesto a arreglarlo.

El Trump que inicia un nuevo mandato es significativamente distinto al que recibió, hace ocho años, de manos de Barack Obama, las riendas de la nación más poderosa del mundo. El primer Trump era entonces un magnate que, sin ninguna experiencia política, arribó a la posición de poder más influyente en el mundo. Tuvo entonces los contrapesos en los que se ha sostenido la democracia estadounidense: el Congreso, el Poder Judicial y el sistema de elecciones presidenciales, que, en su momento, gracias a la decisión ciudadana que le dio la espalda en las urnas, le impidieron la reelección.

Hoy, todo eso ha cambiado significativamente. Trump volvió y asumió como un político experimentado, que se supo sobreponer a la amplísima coalición de intereses diversos que —con justificada razón— deseaban impedir su retorno a la Casa Blanca. Hoy ha avasallado al Partido Republicano, tiene el control mayoritario en ambas cámaras del Congreso y ha ampliado la base social de su electorado. Ser un delincuente sentenciado no le impidió volver a asumir la Presidencia. Regresa resentido, experimentado, con más poder y una visión distinta de lo que quiere hacer en su mandato: ya no es el influencer avenido en político que buscaba restaurar la grandeza de Estados Unidos; hoy es un político que mira a futuro, por lo que afianzó una estrecha alianza con los más ricos del mundo, quienes han consolidado sus imperios económicos mediante la explotación y control de plataformas, redes sociales, inteligencia artificial y conquista del espacio. Apuntando también contra los otrora importantes contrapesos de los medios tradicionales de información, hoy se instaura en Estados Unidos un régimen híbrido de corte populista, demagógico, plutocrático y oligárquico.

En esa lógica, deberían ocupar y preocupar puntualmente a nuestro país las decisiones anunciadas en su discurso de toma de protesta, que de inmediato han sido secundadas con un cúmulo de acciones ejecutivas firmadas desde el primer día de su mandato. Más allá de que muchas de estas acciones ejecutivas serán combatidas en tribunales, es innegable que las medidas adoptadas en materia de seguridad y migración tendrán un profundo impacto para nuestro país. Entre ellas se cuentan la deportación masiva, el restablecimiento del programa Quédate en México, el fin de la ciudadanía por nacimiento y el asilo, el “cierre virtual” de la frontera sur y su militarización —que habrá que ver cómo va a ocurrir, dadas las restricciones legales en materia de despliegue de fuerzas armadas en territorio nacional—, así como el que quizá mayores consecuencias tendrá: la declaración de cárteles del narcotráfico como terroristas globales, una esperada reacción de Trump ante un sexenio de permisividad y “abrazos, no balazos”. Ahora que la amenaza toca la puerta, vamos a ver si hay políticas y estrategias de defensa.

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