Culiacán tuvo el día de ayer una jornada que tarde que temprano tenía que llegar.
Han sido muchos días de violencia e impunidad. Han sido meses en que los ciudadanos han vivido encerrados sin que hayan tenido tiempo ni siquiera para celebrar las fiestas de fin de año.
La narrativa oficial, tanto estatal como federal, es cada vez menos creíble para los “culichis”. Se pueden contar historias sobre cómo va la vida en la ciudad, pero al final la terca realidad define la cotidianidad ciudadana.
El gobernador se ha dedicado a minimizar las cosas. Muy a la usanza de López Obrador, quiere hacer ver que la vida en la capital de Sinaloa va bien y que la gente se la pasa en la calle, llena los estadios y plazas comerciales, y además por la noche va a restaurantes y los jóvenes se citan en los antros.
Uno de los problemas más serios en Culiacán es cómo la ciudadanía ha perdido la libertad teniendo además cada vez más limitaciones económicas. No hay día en que alguna empresa, por pequeña o grande que sea, decida dejar con un dejo de tristeza y miedo la ciudad por las condiciones que padecen con sus negocios producto de presiones de todo tipo, las cuales son parte de una batalla interminable entre la delincuencia organizada que tiene enfrentados a los mayitos y los chapitos.
El gobernador se ha vuelto prescindible, porque los ciudadanos lo encuentran entre involucrado en el conflicto e incapaz para resolver las cosas; es a estas alturas juez y parte.
El Gobierno federal ha desplegado en las últimas semanas un importante dispositivo con la presencia del secretario de Seguridad Ciudadana en Culiacán. Sin embargo, esto no ha sido ocasión para atemperar al menos el problema. Un personaje muy cercano a Omar García Harfuch fue asesinado a plena luz del día en las calles de la ciudad hace algunas semanas.
No ha quedado claro del todo si el gobernador tuvo que ver con el secuestro de El Mayo Zambada. La carta dada a conocer hace algunos meses por el narcotraficante abre una serie de dudas que desde el Gobierno federal no han profundizado, más bien lo que les importa es cómo secuestraron a Zambada, pasando a segundo plano, entre otras cosas, el asesinato de Héctor Melesio Cuén ponderando el secuestro de El Mayo al amparo de la soberanía nacional.
El gobierno estatal creó una falsa versión del asesinato del exrector de la UAS, la cual fue desmentida tajantemente por la FGR. Al final pasó poco o nada, le pidieron la renuncia al fiscal y sigue sin quedar en claro qué hacía Melesio en el lugar donde fue secuestrado Zambada, y por qué se aseguró que el gobernador estaba en el lugar.
La manifestación de ayer no puede ser desacreditada, como seguramente intentarán hacerlo. Son ciudadanos afectados que además han perdido a sus hijos, como fue la muerte violenta de dos niños hace pocos días.
La manifestación es el cansancio, el agotamiento y la impotencia de vivir bajo condiciones de violencia brutales junto con la pérdida de la libertad de movimiento, además de la pérdida de empleos.
Después de todo lo vivido no hay manera de creer la narrativa del gobernador, sobre todo, cuando sale con que “no nos ha ido tan mal”. Haber minimizado lo que está pasando ha sido la manera en que crea una narrativa que cotidianamente enfrenta la terca realidad a la que están expuestos los ciudadanos.
La manifestación de ayer evidenció de nuevo el tamaño del problema. Los mensajes son contundentes, ya no pueden evadir el gobernador, el Congreso local y particularmente el Gobierno federal: “Fuera Rocha” “Narco- gobernador”, “Con los niños, no”.
Dejen de minimizar la desgracia “culiche”.
RESQUICIOS.
Es obvio que Trump al ser la agenda nos cambió la agenda. Los asuntos que el Congreso tenía pensados tendrán variantes, hay que responder en el aquí y ahora a un presidente que dice que en su relación con México “vamos muy bien”, lo cual hace suponer que por acá le hemos puesto buena cara; esperamos que no sea así.