CARTAS POLÍTICAS

Los trumpazos

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: Imagen: La Razón de México

Comenzó el 2025 y, ahora sí, el sexenio de Claudia Sheinbaum.

El inicio de la segunda administración de Donald Trump completa el que será el tablero político de Sheinbaum, por lo menos hasta las elecciones intermedias de 2027.

A manera de recapitulación, el Gobierno mexicano, cuenta, primero, con mayorías calificadas en ambas cámaras del Congreso y con la mayoría de las legislaturas estatales lo que le permite pasar reformas constitucionales y legales sin tener que tomar en cuenta a la oposición; segundo, el partido de la Presidenta controla la mayoría de los gobiernos estatales y, tercero, el Poder Judicial está a expensas de la implementación de la reforma aprobada el año pasado que transformará de forma radical la impartición de justicia.

Esta situación genera un régimen fuerte como pocos y con pocos obstáculos para implementar su plan de gobierno. Sin embargo, también se enfrenta a una coyuntura política, económica y social compleja alimentada, principalmente, por una presión en las finanzas públicas, una crisis de seguridad pública, un sistema de salud que no termina de arrancar y, ahora, lo que parece será una relación complicada con el gobierno de Donald Trump.

A diferencia de la primera administración Trump, en donde la llegada del magnate a la presidencia de Estados Unidos fue vista como una anomalía y un error de la historia, en este nuevo periodo llega con respaldo popular y acompañado de la élite económica del país más poderoso y rico del mundo. Si en su primer periodo Trump producía incredulidad y sorpresa por ser un outsider, en este segundo mandato hay que tomarlo más serio que nunca. Basta con ver el respaldo y las ovaciones que recibió durante su discurso inaugural para darse cuenta que Trump ya no es el político excéntrico de 2017, sino el líder carismático y popular de un fuerte movimiento político en Estados Unidos y el mundo.

El mundo de 2025, es muy distinto al de 2017. Hace ocho años, la llegada de Trump dio para hablar de la post-verdad, el gaslighting y el populismo, su imagen estaba más relacionada con la de un bravucón que podía mentir e insultar a diestra y siniestra, obteniendo beneficios sin consecuencias. No es que el diagnóstico esté superado, pero han pasado más cosas.

Primero, la pandemia por Covid-19 mostró los inconvenientes de la globalización y el comercio internacional y se tradujo en la relocalización de las cadenas de producción, suministro y distribución a lugares más cerca de los centros de consumo y en ocasiones en el regreso a la sustitución de importaciones. Segundo, la ideología liberal y de derechos humanos ha sido ridiculizada por políticos de muchas partes del mundo que rechazan lo que a sus ojos es un exceso en ser conscientes de las diferencias entre personas, nuestro impacto al medio ambiente y la crueldad contra los animales. Tercero, el mundo está en guerra: en Europa se está librando el conflicto bélico más importante desde la Segunda Guerra Mundial entre Rusia y Ucrania y la guerra de Israel en Medio Oriente ha sido cruenta como pocas.

El mundo ha virado del “wokismo” y la globalización al belicismo, al nacionalismo y el proteccionismo. En este mundo el discurso de Trump ya no es una anomalía, sino uno que encuentra ecos y simpatías en muchos liderazgos. Incluso, en México hay quienes lo ven con esperanza de que se convierta en un contrapeso al Gobierno y sus mayorías. Sin embargo, Trump no es un contrapeso, en todo caso es una restricción.

México ha apostado por décadas en construir una economía diversificada y menos dependiente del petróleo y lo que ha conseguido es convertirse en una potencia exportadora. Justamente a partir del Covid y la relocalización de las empresas, el Gobierno mexicano ha colocado sus fichas en el nearshoring como una fuente de ingresos que produzca crecimiento y desarrollo económico.

No obstante, por lo menos en su discurso, el gobierno de Trump considera a la migración una invasión a su territorio, a los cárteles de la droga como organizaciones terroristas, a la problemática de salud producida por el fentanilo un ataque a la población estadounidense y, a nuestro acuerdo comercial un subsidio. El reto es mayúsculo y tiene oportunidades y consecuencias humanitarias, sociales y políticas de altísimo nivel, que requieren de la mayor destreza política y diplomática por parte del Gobierno mexicano para salir avante.