El primero de febrero de 2020, la cantante de origen puertorriqueño Jennifer López, recibió una llamada en la que le informaron que las autoridades de la NFL solicitaban de manera determinante, retirar parte de la escenografía que su producción había diseñado para su espectáculo del Medio Tiempo del Super Bowl.
El ensayo general había causado incomodidad por presentar estructuras iluminadas que simulaban jaulas con niños en su interior. Era un claro mensaje en contra de la política migratoria “tolerancia cero” de Donald Trump en su primer mandato, con la que separó a miles de niños de sus familias, poniendo aproximadamente a 20 menores en jaulas.
En aquel momento, la cantante se negó a acceder.
Queriendo politizar la marcha
Desde la Organización de las Naciones Unidas la medida fue calificada en las fronteras con México como “prácticas crueles”, que por desgracia podrían repetirse con las políticas que busca imponer el reelecto presidente de Estados Unidos, dejando a los menores, una vez más, como los más vulnerables en esta historia.
“Mandó a hacer las jaulas para evidenciar a los niños migrantes en esas condiciones y causar terror, la diferencia es que hoy lo hace además en redes sociales, con un discurso más radical de xenofobia”, me dijo Juan Martín Pérez, coordinador de Tejiendo Redes Infancia en América Latina y el Caribe, quien junto a la Red por los Derechos de la Infancia en México hacen extraordinarios esfuerzos por visibilizar la dramática situación de los niños, niñas y adolescentes migrantes que están siendo expulsados de territorio estadounidense y enviados a México.
De enero a noviembre de 2024, 28 mil 270 menores mexicanos de 0 a 17 años fueron deportados, la cifra más alta en 16 años. Y aunque en 2020 se aprobó una reforma con la que la atención central de niños migrantes pasó a manos del DIF nacional —para el resguardo— y de las Procuradurías de Niños, Niñas y Adolescentes —para estudiar y resolver los casos—, la realidad es que las medidas no se aplicaron correctamente.
Una investigación de Animal Político detalló que, en 2022, “de 27 Procuradurías estatales de la Niñez, al menos 18 tuvieron recortes o presupuesto congelado, a pesar de la enorme carga de trabajo que se les puso encima con la reforma, mientras que 22 mantuvieron congelados sus equipos, para atender a casi 100 mil niños migrantes”.
El panorama ya es desolador. Se advierte la inminente saturación de los albergues en las principales ciudades fronterizas y es clara la incapacidad de las autoridades para atender el fenómeno, lo que a su vez convertirá a la población infantil y adolescente migrante, en un blanco aún más fácil para los grupos delincuenciales.
7 de cada 10 niñas, adolescentes y mujeres migrantes han sido testigos de situaciones de explotación, violencia sexual y trata de personas durante su tránsito migratorio y en los lugares donde buscan refugio, según una encuesta realizada por la organización Plan International México.
Y el escenario empeora cuando recordamos que el tráfico sexual es la segunda industria más rentable en México después del narcotráfico. Nuestro país es considerado “el mejor clasificado” en el continente para este negocio, además de que somos el principal propagador de pornografía infantil en línea a nivel mundial.
Al corte de diciembre de 2024, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública registró 2 mil 790 personas de 0 a 17 años (2,082 mujeres y 708 hombres) víctimas de trata de personas en México de enero de 2015 a diciembre de 2024.
A esto hay que agregar que los territorios ocupados por el narcotráfico cada vez se extienden más hacia los sitios donde se asientan los migrantes deportados, que buscan asilo o que intentan cruzar la frontera.
Son la presa más fácil, y como empleados, son los más baratos y convenientes, simplemente por invisibles.
Actualmente se estima que hay 30 mil niños captados por el crimen organizado para realizar diversas tareas y precisamente son los menores en tránsito el blanco más fácil, porque quien se beneficia son las redes que animan la marginalidad.
Los niños multiplican sus riesgos y hoy se ven obligados a buscar rutas más peligrosas para intentar llegar a algún cruce, y es precisamente ahí donde las redes de la delincuencia operan y están al acecho, en cacería de migrantes, sobre todo, de los niños.
La extorsión ha crecido de manera alarmante contra quienes están dispuestos a darlo todo con tal de verse del otro lado del Río Bravo, donde hoy el infierno aguarda afilando las uñas de sus múltiples diablos.
Hoy son cientos de miles de mexicanos que, de sobrevivir, caminarán con una infancia rota con todas sus consecuencias, y esto es sólo el principio…